El 7 Marchemos contra el ajuste de Macri


La CGT ha convocado para el 7 de marzo a una marcha que, según uno de sus secretarios generales, Héctor Daer “no será una marcha solo de gremios industriales sino de toda la CGT”; también participarán las dos CTA y los movimientos sociales (Barrios de Pie, CTEP y CCC). Otro secretario general, Juan Carlos Schmid, ratificó la convocatoria a un paro general para la segunda quincena de marzo.

Era hora de que los dirigentes sindicales y los movimientos sociales que habían pactado y le garantizaron al gobierno un “diciembre tranquilo”, hicieran algo. Los trabajadores debemos aprovechar esta oportunidad para hacer lo que hasta ahora no pudimos: enfrentar unidos a este gobierno hambreador.

Si lo dejamos, Macri no parará de atacarnos

No hace falta repetir todo lo que, gracias a Macri, nos robaron los capitalistas durante el año pasado, vía paritarias a la baja frente a la inflación, despidos, suspensiones, tarifazos, etcétera. Lo que debemos tener claro es que nos va a seguir atacando cada vez más fuerte si se lo permitimos. Ya le sacó plata a los jubilados y a los que reciben beneficios sociales como la Asignación Universal por Hijo, y a los trabajadores que sufren accidentes laborales y a los familiares de los que mueren por ellos. Entre algunos nuevos afanos que tiene planeados, están los siguientes:

Techo del 18% a las paritarias, lo que significa no recuperar nada de lo que perdimos el año pasado y perder todavía más porque la inflación de este año será como mínimo del 25%.

Nuevos tarifazos en los servicios a lo largo de todo este año, que ya están en curso.
Reventar por decreto nuestros convenios para imponer la flexibilización laboral, si no lo consigue directamente por la complicidad de los dirigentes sindicales, como ya ocurrió con los petroleros del Sur.

Llevar a la crisis al sistema jubilatorio estatal vaciando el Fondo de Garantía de Sustentabilidad, para volver a privatizarlo y entregarlo a las mismas AFJP menemistas que se robaron todo. En eso está Francisco Cabrera, el ministro de Producción, ex ejecutivo del banco HSBC y ex CEO de la ex AFJP Máxima, una de las mayores ejecutoras del choreo.

Avanzar en destruir la enseñanza y la salud pública, así como el gasto en ciencia y tecnología por medio de bajas presupuestarias.

Terminar de quebrar a las PyMEs que no puedan exportar ni competir con los productos importados y seguir dejando en la calle a sus trabajadores.

Hacer nuevos retoques a la escalas y al monto de lo que deben pagar los monotributistas con el mismo método que los últimos y el mismo resultado (te bajan de escala pero igual te sube lo que pagás), y sacar a todos los que puedan del monotributo para obligarlos a pagar ganancias.

Vender las pocas “joyas de la abuela” que le quedan al país: por ejemplo, acaba de aprobar someter a Aerolíneas Argentinas a una competencia ruinosa con la concesión de sus rutas de cabotaje e internacionales a las líneas aéreas “low cost”, llevarla a la quiebra y volver a privatizarla.

Seguir permitiendo que los bancos y demás usureros de las finanzas se llenen de plata con la bicicleta financiera mientras endeuda cada vez más a nuestro país.

Como los intereses que debemos pagar por la deuda contraída con los capitalistas privados son cada vez más altos, terminar pactando préstamos “blandos” con el Fondo Monetario Internacional, que vendrán con intereses más bajos a cambio de las condiciones habituales, entre ellas, bajar el déficit fiscal despidiendo decenas de miles de empleados públicos, subir la edad y bajar el monto de las jubilaciones para hombres y mujeres, bajar el “costo laboral” (o sea la capacidad adquisitiva de nuestros salarios), flexibilización laboral a fondo, etcétera. El resultado inevitable (aunque no inmediato) será, como ocurrió en 2001, la quiebra de nuestro país y una crisis catastrófica que pagaremos los trabajadores y el pueblo. Para hacer este trabajo sucio Macri designó ministro de Hacienda a Nicolás Dujovne.

La conclusión es una sola: O los trabajadores y el pueblo movilizados derrotamos a Macri con nuestra lucha o la rosca oligáquico-imperialista que está en el gobierno nos derrota a nosotros.

Macri no es invencible

El gobierno parece muy fuerte pero no lo es. Por un lado, todos los capitalistas siguen defendiendo la “gobernabilidad”, es decir, apoyando al gobierno para evitar que se produzca un nuevo estallido popular como el que acabó con De la Rúa. Pero esa unidad empieza y termina allí. Los oligarcas nacionales de la Asociación Empresaria Argentina le exigen al gobierno que vaya a fondo ya mismo contra los trabajadores y el pueblo, y se deje de maniobrar con gastar plata en mantener subsidios e incluso aumentar la cantidad de trabajadores estatales para no perder las elecciones del año que viene. Pero también están poderosos capitalistas nacionales, la mayoría de los cuales producen para el mercado interno y están jodidos porque éste se redujo al compás de la reducción del consumo producida por la baja salarial, los despidos y las suspensiones, y por la apertura de las importaciones.

Este despelote entre los capitalistas abrió una crisis “por arriba”. Apenas cumplió un año en el poder, Macri echó a Prat-Gay del Ministerio de Hacienda, a Melconián de la presidencia del Banco Nación y a Costantini de la gerencia de Aerolíneas Argentinas. En el primer caso, por sus choques con el “bicicletero en jefe”, el capo del Banco Central, Federico Sturzenegger; en los casos de Melconián y Costantini, porque acordaron con los respectivos sindicatos convenios salariales “demasiado altos” para el gusto del presidente y porque se negaron a perjudicar al Nación dándole al gobierno el dinero que éste le pedía, y a Aerolíneas para someterla a la ruina que ahora ha logrado imponer.

A esta crisis hay que sumar los duros enfrentamientos en Cambiemos y dentro mismo del PRO entre el ala “política” liderada por Monzó, que busca acuerdos con los radicales y sectores del peronismo, y el “núcleo duro” del PRO (Marcos Peña, Gustavo Lopetegui y Mario Quintana, a quienes Macri definió como “sus ojos, sus oídos y su inteligencia”).

Por abajo, la bronca contra el gobierno crece día tras día. Y en ese marco de debilidad y crisis “por arriba”, “por abajo” el poderío de los trabajadores en lucha quedó demostrado en dos episodios:

En medio de la discusión por el impuesto a las ganancias, un paro de medio día de la UTA obligó al gobierno a excluir las horas extras, que constituyen parte importante del ingreso de los choferes.

Y ayer nomás, la simple amenaza de un paro de tres días de los bancarios terminó en un gran triunfo que significó una rotunda derrota del gobierno y de los bancos extranjeros.

Es cierto que no todos los trabajadores tenemos el mismo poderío que la UTA y los bancarios: si estos gremios paran, el país se paraliza. Tampoco somos fuertes como los aceiteros, que pueden golpear a una patronal que pierde millonadas por cada día de paro. En cambio, la mayoría de los gremios industriales, debilitados por los despidos y las suspensiones, no tienen esa fuerza. Podrían tenerla si recurrieran a medidas contundentes que los trabajadores hemos usado en el pasado, como la toma de fábricas con rehenes (patrones y altos ejecutivos), pero entre los dirigentes sindicales no escuchamos a uno que ni siquiera amenace con eso.

Ahora se entra de lleno en la discusión de las paritarias, y habrá que dar la lucha de la manera que se pueda. Pero las paritarias nos dividen entre gremios fuertes y débiles. Por eso debemos enfrentar unidos a todos los patrones, y la única manera de hacerlo es derrotar al que los representa: el gobierno de Macri. Debemos aprovechar la marcha del 7 de marzo para presionar desde abajo a los dirigentes sindicales a que encabecen una lucha que no se detenga hasta lograr el triunfo.

Una de las fortalezas del gobierno es la que le da la “oposición”

Si los patrones tienen líos entre ellos, el gobierno atraviesa una crisis y la UTA y Bancarios pudieron torcerle el brazo sin mayores esfuerzos, ¿por qué Macri nos pudo robar todo lo que nos robó desde que es presidente?

Una razón fue que tuvo el apoyo de todos los partidos patronales que dicen estar en la oposición, incluyendo a los dirigentes sindicales que además son diputados.

En cada sesión de Diputados se votan leyes contra los trabajadores y a favor de los intereses patronales. La última fue la aprobación de la ley que reforma el régimen de las Aseguradoras de Riesgo del Trabajo (ART), con la excusa de «cortar el círculo de los negocios de abogados laboralistas». ¿Quiénes tienen intereses directos en esta ley? La patronal y algunas direcciones de sindicatos que son propietarias de ART, por ejemplo, camioneros y porteros. A ellos no los afectan las condiciones de seguridad laboral; no son ellos los que arriesgan su salud y su vida todos los días en trabajos donde no se respetan las mínimas condiciones para ejercer las tareas. Los dolores de columna, las várices, los problemas respiratorios o pulmonares, el aumento de padecimientos circulatorios y un sinfín de dolencias físicas multiplicadas por los años, si logramos sobrevivir hasta la jubilación, se acumulan en nuestra vejez. Mientras tanto, decenas de compañeros son asesinados por las condiciones en que los hace trabajar la patronal, como David Ramallo, el mecánico de la línea 60 que fue aplastado por un colectivo al fallar un elevador, y Matías Kruger, operario del subte, que murió electrocutado mientras realizaba tareas de mantenimiento de la línea H. Los obreros de la construcción sufren accidentes mortales cada vez con mayor frecuencia, porque son aplastados en tareas de apuntalamiento o por caída en altura. Los trabajadores contratados por las empresas de energía, están expuestos a las explosiones de gas o a morir electrocutados, y eso ocurre cada vez más a menudo por las formas precarias de contratación tercerizada sin regulación de ningún tipo. Y peor todavía en los trabajos donde utilizan mano de obra que no está registrada o sin papeles, como los talleres clandestinos de costura.

No vale la pena enumerar todas las leyes que se aprobaron en el Congreso en perjuicio de los trabajadores estatales y privados, los jubilados, los estudiantes, los científicos, etcétera, ni aquellas que condenan a nuestro país a mayor explotación, saqueo y sometimiento a las potencias imperialistas, a sus monopolios y a sus usureros de las finanzas. Lo que los trabajadores deberíamos tener claro es que, de la misma manera que el gobierno es una sociedad de negocios para Macri y las empresas de sus amigos, el Congreso es una cueva de bandidos que sólo sirve para repartir los negocios y negociados de manera proporcional a los votos que ha recibido cada partido patronal, es decir, a los intereses de los capitalistas que cada uno de esos partidos representa.

Los trabajadores y el pueblo pobre compartimos los mismos problemas: salarios, desocupación, condiciones laborales, asistencia social, etcétera. Pero pensamos distinto a la hora de buscar una salida a nuestros problemas y a los del país. El peronismo nos dejó una herencia nefasta: a cambio de las enormes conquistas sociales de los primeros gobiernos de Perón, nos metió en la cabeza que se pueden conciliar nuestros intereses con los intereses de los capitalistas; es lo que se llama “conciliación de clases”. Incluso ahora, con peronistas dentro del PRO, con peronistas en ese votador serial a favor del gobierno que es el Frente Renovador, con gobernadores, intendentes, diputados y senadores peronistas que desde la “oposición” también colaboran con el gobierno, los peronistas de todo pelaje tienen las desfachatez de decir que, si ellos ganan las elecciones se podrá volver a un país que sólo queda en el recuerdo de quienes vivieron durante el peronismo de antes del 55. Pero ese proyecto de país, que solo existe en la imaginación de muchos compañeros, no se repitió nunca más. Ya pasaron más de 60 años, durante los cuales hubo gobiernos peronistas, como el último de Perón, el de Isabel Perón, el de Menem, el de Duhalde e incluso el de Néstor Kirchner, que terminó pactando con el aparato de Partido Justicialista y los dirigentes sindicales peronistas.

Cristina Kirchner reinventó esa ilusión, que duró el tiempo en que el país estaba lleno de plata gracias a los altos precios de las materias primas que exportamos, como la soja, lo que le permitió hacer crecer la ocupación, aumentar los salarios, los beneficios sociales y los subsidios a los sectores más marginados y al mismo tiempo que los capitalistas “se la llevaran en pala”, como ella misma decía. Pero cuando esa época de las vacas gordas se acabó porque estalló la crisis de la economía capitalista-imperialista mundial en 2008, todo empezó a ir hacia atrás, y esa fue la razón fundamental por la cual hubo muchos trabajadores (por ejemplo, parte de los que sufrían el afano kirchnerista del impuesto a las ganancias) que terminaron votando a sus peores enemigos encarnados en el macrismo.

¿Por qué fracasó el kirchnerismo? Porque ningún partido patronal, es decir que defienda el sistema capitalista, puede conciliar los intereses de los grandes capitalistas con los de los obreros a los cuales ellos les chupan la sangre para aumentar sus ganancias. Los trabajadores debemos sacarnos de la cabeza la mentira peronista de que hay capitalistas buenos y capitalistas malos. Si los capitalistas gobiernan, a la corta o a la larga y no importa cuál sea el partido patronal en el poder, nuestros destino es la miseria, la desocupación, vivir de changas en el mejor de los casos o, en el peor, hundirnos en la marginalidad y ver impotentes como alguno de los jóvenes de nuestra familia “salen de fierros” o se dedican a vender drogas en el barrio porque así ganan en un día y con menos esfuerzo mucho más que haciendo changas o trabajando por salarios de hambre.

Muchos compañeros están arrepentidos de haber votado por Macri, pero siguen creyendo que con las elecciones pueden estar mejor. Y ése es el mensaje tramposo que les quiere hacer creer el peronismo en todas sus variantes: “Si nos votan a nosotros su situación va a mejorar”. Lo dicen el kirchnerista Aníbal Fernández y su archienemigo Julián Domínguez; lo dicen el kirchnerista Guillermo Moreno y el antikirchnerista Diego Bossio. Lo dicen el peronista Massa desde el Frente Renovador y el peronista Pichetto desde el Frente para la Victoria. Y lo mismo dicen los diputados peronistas de origen sindical, como por ejemplo Omar Plaini, uno de los que defendieron descaradamente durante más de un año que la CGT no hiciera un paro porque había que “acumular fuerzas” para las elecciones.

No creemos que con esto que decimos vamos a convencer a una masa de compañeros de que dejen de apoyar a partidos patronales y comprendan la necesidad que tenemos los trabajadores de conquistar nuestra independencia política de clase. De lo que sí queremos convencerlos es de que no es el momento de dejarnos distraer con el carnaval electoral. Es el momento de unirnos en la lucha para derrotar a nuestro enemigo común: la rosca oligárquico-imperialista a cuyo servicio gobierna Macri.

Otra fortaleza del gobierno ha sido la “tregua” de la CGT

Desde que Macri llegó al poder, la política de nuestros dirigentes sindicales, tanto con la CGT dividida como con la CGT unificada, ha sido darle una tregua para no afectar la “gobernabilidad”. El balance de esta política la hacen ahora esos mismos dirigentes sindicales, que apostaron todo al “diálogo con el gobierno y los empresarios”. Hablando por todos ellos, Juan Carlos Schmid, uno de los triunviros que dirigen a la CGT, declaró que ese diálogo “ha naufragado”. En alusión a los documentos firmados en esas mesas de diálogo en las que el sector empresario se comprometía a frenar los despidos por 90 días, reconoció que los empresarios se los pasaron por los genitales: “No hay apego al compromiso que se firma en la mesa y después se desconoce”, y en consecuencia “estamos frente a una oleada de despidos que si lo sumamos a la onda expansiva que tiene sobre el sector informal estamos hablando de 400 mil personas”.

Pero Daer no se autocritica de esa política que sólo sirvió para perjudicarnos a los trabajadores y que los capos de la CGT celebraron brindando con Macri y sus secuaces en la Quinta de Olivos. Por el contrario, declaró que la CGT había decidido “suspender por ahora el diálogo tripartito”, o sea que más adelante están dispuestos a volver al diálogo, es decir, a una nueva tregua. Tampoco se autocritica el Papa Francisco, que dice estar a favor de los pobres pero le recomendó a la CGT que tuviera “paciencia”, o sea que declarara la nefasta tregua.

Y como si todo esto fuera poco, más allá de algunas declaraciones formales de solidaridad con las luchas en curso, los dirigentes sindicales se encargaron de que quedaran aisladas. Uno de los casos más emblemáticos es el de la imprenta AGR, del Grupo Clarín, que lleva más de 40 días de toma por el despido de 320 trabajadores. ¡Cómo iban a joder a Magnetto, si su formidable aparato de propaganda mediático fue muy importante para que Macri ganara las elecciones!

También los movimientos sociales le dieron a Macri su propia tregua a cambio de recibir 30.000 millones de pesos, a razón de 10.000 millones por año. Hace pocos días amenazaron con hacer lío porque el gobierno no reglamentaba la ley y ellos no habían cobrado un mango; enseguida les respondieron que la iban a reglamentar rápido.

Conclusión: los trabajadores no podemos depositar ninguna confianza en estos dirigentes. Ellos detectan y reconocen públicamente la bronca que hay por abajo y tratan de reubicarse, pero son expertos en las tácticas de “movilizar para controlar y desmovilizar” y de hacer paros de un solo día para aliviar la presión e impedir que estalle espontáneamente, genere la “ingobernabilidad” del gobierno de turno y ponga el país patas para arriba y a todos los partidos patronales en crisis terminal, como ocurrió en 2001. Pero son los dirigentes que por ahora tenemos, y en esta situación donde a los trabajadores no echa para atrás el miedo a perder el laburo, sólo podemos salir a pelear unidos si el sindicato se pone al frente. Lo que debemos hacer es aprovechar cualquier acción que ellos promuevan para presionarlos a que lo hagan. La marcha del 7 de marzo es una oportunidad; tenemos que aprovecharla.

Por una marcha masiva el 7 de marzo que obligue a los dirigentes a no pactar nuevas treguas

En la marcha convocada por la CGT no sólo participaremos los trabajadores; también lo hará un sector de la patronal. La CGERA (Confederación Empresaria de la República Argentina) decidió acompañar “la marcha de los trabajadores porque las pequeñas y medianas empresas (Pymes) no soportan más las actuales políticas”, aunque aclaró que su adhesión a la movilización gremial no obedece a “la condición de opositora sino a que el gobierno se equivoca en el rumbo económico elegido”. Más claro, echale agua: Queremos que se cierren las importaciones, que nos bajen impuestos, que nos regalen mano de obra barata que podamos despedir cuando se nos dé la gana (pasantías, “primer empleo”, etcétera), pero no marchamos para luchar contra el gobierno.

Bajo el paraguas de las PyMEs caben desde un almacén o un taller mecánico de barrio hasta empresas cuya facturación equivale a la de una grande. Los trabajadores no defendemos sólo nuestros intereses, sino también los de los sectores populares. Pero no defendemos a esas PyME que se llenaron de plata durante un montón de años y ahora que tienen problemas no ponen esa plata, que vaya uno a saber dónde la tienen guardada, para mantener los puestos de trabajo. Uno que aparece por todos lados como defensor de las empresas que producen para el mercado interno y de las PyMEs en general es José Ignacio de Mendiguren, del Frente Renovador, un propietario de campos que se dedicaba a importar ropa cuando era dueño de la empresa de indumentaria infantil Coniglio, y acaba de suspender a la mitad del personal de su empresa Texlona en San Luis. Con gente como esa podemos marchar juntos porque cuanto más grande sea la marcha, más duro será el golpe al gobierno, aunque ni ellos ni quienes la convocan quieran enfrentarse a fondo con Macri. Pero esa unidad de acción empieza cuando arranca la marcha y termina inmediatamente después de que acaba porque, como lo sufrimos todos los días en las empresas donde nos explotan y también en la política nacional, donde votan las leyes macristas contra la clase trabajadora y piden otras más, los patrones no son nuestros aliados sino nuestros enemigos.

Es un hecho, por lo tanto, que por la forma en que fue convocada la marcha, el 7 de marzo los trabajadores tendremos la desagradable compañía de unos cuantos enemigos.

Algunas organizaciones de izquierda llaman a no concurrir a la marcha. El PTS, por ejemplo, dice: “con los patrones pequeños y medianos, nada”, y en el mismo sentido apunta el PO. Otras sí llaman a concurrir, y varias le oponen otra política: le exigen a la CGT ¡Paro ya!

En Punto de Partida Nº 3, en referencia al FIT ya hemos criticado este “sectarismo en el terreno de la lucha cotidiana de los trabajadores. El FIT no empieza por decir que su influencia en la clase obrera argentina es muy pero muy pequeña y que la gran masa de los trabajadores está dirigida (y controlada) por la burocracia sindical, en su mayoría peronista. Desde esa debilidad tremenda, el FIT «exige» a la CGT que lance un plan de lucha y una huelga general, cuando si de verdad quiere que los trabajadores salgan masivamente a la lucha debe decirles a ellos, en primer lugar a los activistas, que la única manera de que haya una huelga general es que sean las bases las que presionen y obliguen a los dirigentes a convocarla.

Nos mantenemos en la política que allí planteamos. Hay que activar en los lugares de trabajo para que la marcha sea masiva. Si nuestro gremio participa, debemos marchar en sus columnas; si no participa, debemos tratar de organizar grupos de compañeros de nuestra empresa para que concurran, con todos los cuidados necesarios para que no saquen la cabeza y queden expuestos a represalias de la patronal y/o de los burócratas sindicales. Donde nos den las fuerzas y con los mismos cuidados, debemos buscar medios para que se haga sentir la presión sobre los dirigentes para que convoquen a un plan de lucha con medidas progresivas, cada vez más contundentes, hasta derrotar al gobierno de la rosca oligárquica-imperialista. “¡Paro ya!” no sirve; debemos presionar para que ese plan de lucha esté bien preparado, empezando por exigir a los dirigentes sindicales que bajen a las empresas a poner en discusión en asambleas las medidas a tomar y que se comprometan a no decretar ninguna nueva “tregua”.

Y en cuanto a los objetivos, de la marcha, Daer planteó: “Nos movilizamos en defensa del trabajo y producción nacional, paritarias libres, convenios colectivos de trabajo, del sistema previsional y de salud de seguridad social, de la educación, en contra de la flexibilización y del aumento indiscriminado de tarifas”. Ya hemos dicho que los trabajadores no tenemos intereses “comunes” con los patrones, que es lo que Daer plantea en primer lugar. Pero estamos de acuerdo con los otros puntos y pensamos que hay que levantar otros de suma urgencia como, por ejemplo:

La obligación para todas las empresas y para el Estado de reincorporar a todos los despedidos desde que asumió Macri.

Un aumento de emergencia para todos los trabajadores y jubilados que lleve sus ingresos mínimos al costo de la canasta familiar, que según el gobierno macrista de la Capital sería de unos 22.000$ para una familia tipo sin auto, sin escuela privada, sin prepaga y que paga 4.000$ de alquiler, y que, según Clarín, subiría a 35.000$ si disfrutara de esos “privilegios”.

La implementación por parte del Estado de un plan nacional de viviendas populares, financiado con impuestos progresivos a las ganancias de los capitalistas y a las grandes fortunas y herencias, con cuotas accesibles que no superen un máximo del 10% del salario mínimo, para resolver el dramático problema de la vivienda y para dar trabajo a la gran masa de desocupados y marginados.

Si los docentes salen a la lucha por la paritaria nacional, huelga general de apoyo.

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