Acto de Atlanta
En charlas que
tuvimos con compañeros del FIT les preguntamos para qué se iba a hacer el acto
en Atlanta. Varios nos respondieron que era un acto para fortalecer las luchas
obreras y populares. Les contestamos que a nosotros nos parecía que era el
lanzamiento de la campaña electoral para octubre del año que viene, y ahora,
después de realizado el acto, creemos que así fue. Decimos esto con todo
respeto por los miles de compañeros que participaron en él, especialmente por
aquellos que se enfrentan a los ataques de las patronales en las empresas
privadas y de los gobiernos nacional y provinciales, que son los patrones de
los trabajadores estatales.
¿Qué es de verdad el FIT? En su programa
para las elecciones de 2013, se definía como un agrupamiento de la “izquierda
revolucionaria”. Esto desapareció en su programa para las elecciones de 2015, y
fue reemplazado por “un planteo obrero y socialista”. Las organizaciones que
integran el FIT –Partido Obrero (PO), Partido de los Trabajadores Socialistas
(PTS) e Izquierda Socialista (IS)– se definen a ellas mismas como socialistas,
revolucionarias y trotskistas. Lo que deberían explicar sus dirigentes es por
qué, si coinciden en todo eso, no se han unido en un solo partido y ni siquiera
están agrupados en un único bloque en la Cámara de Diputados de la Nación, sino
divididos en dos: el bloque FIT y el bloque PTS-FIT. Y, lo más importante para
un frente que dice estar al servicio de las luchas de la clase obrera, ¿por qué
tampoco unifican sus respectivas ramas sindicales para que los compañeros que
las integran debatan, voten democráticamente y apliquen como un solo hombre sus
políticas para todas y cada una de las luchas en las que intervienen?
Con solo formular estas preguntas queda
clara la respuesta: no lo hacen porque lo que verdaderamente los une es sumar
votos, y lograr cargos de diputados y concejales municipales que lleven
adelante las políticas de su propia organización. Conclusión: el FIT es un
frente electoral y sólo eso.
Pero además, si se unificaran, lo que
saldría de allí tampoco sería un partido obrero revolucionario. En el Programa
del FIT para las elecciones del año pasado hay “olvidos” que ningún partido de
ese tipo puede tener, por ejemplo:
No hay ninguna denuncia a la
“democracia” de los patrones. No dice que el Congreso es una cueva de bandidos
cuya función fundamental es dirimir qué sector de la patronal argentina o de
los monopolios imperialistas se quedará con tal o cual negocio o con tal o cual
tajada de las ganancias que se logran con la explotación de todos nosotros, los
trabajadores. Tampoco dice que las elecciones son el mecanismo de la patronal
para engañarnos con promesas de un futuro mejor, con el objetivo de que
caigamos en esa trampa: “el camino no es la lucha; meté tu voto en la urna y
después, como decía Perón, «de casa al trabajo y del trabajo a casa».
Denuncia la represión contra las
movilizaciones obreras y populares, pero no dice que los trabajadores debemos
estar en contra de que, como establece la Constitución, el Estado tenga el
monopolio de las armas y la violencia. No llama a que los trabajadores y los
barrios obreros y populares enfrenten a la violencia patronal creando sus
propias organizaciones de autodefensa capaces de enfrentarla con sus mismos
métodos.
El socialismo ni siquiera figura en el
nombre de este frente ni tampoco en su propaganda electoral.
La necesidad de hacer una revolución
para que los trabajadores tomen el poder tampoco figura, y sólo aparece muy de
tanto en tanto, “en los días de fiesta”, en los periódicos de las
organizaciones que lo integran.
Estos y otros “olvidos” de dirigentes y
figuras públicas de los partidos del FIT con toda una vida de militancia
marxista y trotskista, no obedecen a un ataque de amnesia; son conscientes,
tienen que ver con la política que todos ellos comparten. ¿Cuál esa esa
política? No decir en su propaganda electoral nada que pueda ser “piantavotos”
porque provoca un rechazo total en la “opinión pública”, sobre todo de la clase
media, que está convencida de que el capitalismo será eterno y de que hay que
ser “democráticos, tolerantes, pluralistas y no violentos”.
La otra cara de esta política no
revolucionaria es el sectarismo en el terreno de la lucha cotidiana de los
trabajadores. El FIT no empieza por decir que su influencia en la clase obrera
argentina es muy pero muy pequeña y que la gran masa de los trabajadores está
dirigida (y controlada) por la burocracia sindical, en su mayoría peronista.
Desde esa debilidad tremenda, el FIT “exige” a la CGT que lance un plan de
lucha y una huelga general, cuando si de verdad quiere que los trabajadores
salgan masivamente a la lucha debe decirles a ellos, en primer lugar a los
activistas, que la única manera de que haya una huelga general es que sean las
bases las que presionen y obliguen a los dirigentes a convocarla.
Quien mejor expuso esta política en el
acto de Atlanta fue el compañero Alejandro Crespo (del PO), secretario general
del Sindicato Único de Trabajadores del Neumático Argentino (SUTNA). En su
discurso dijo que el camino a recorrer era primero ganar cuerpos de delegados,
internas y sindicatos nacionales y así barrer a la burocracia. Mientras tanto,
¡nada de acciones comunes con los burócratas que, por las razones que fuere,
circunstancialmente promueven movilizaciones! En sus palabras: “¿Frente único
con la burocracia kirchnerista, con los Yaski, con los Baradel? ¡De ninguna
manera! El clasismo no puede juntarse con esos personajes”. Le faltó decir que
tampoco hay que unirse en la acción con los aceiteros de Rosario que
paralizaron los puertos durante semanas hasta que consiguieron el convenio que
pretendían, ni con los Bancarios que, dirigidos por el radical Palazzo,
paralizaron más de una vez el sistema bancario, ni con el sector mayoritario de
los metrodelegados encabezados por el kirchnerista Beto Pianelli y Néstor
Segovia, del ultrakirchnerista partido MILES.
Poner en primer plano la lucha contra la
burocracia, por encima de la pelea contra la patronal y el gobierno es una
barbaridad sectaria, porque no habrá manera de expulsar a la burocracia de los
sindicatos si no hay un poderosa movilización de la base. Los compañeros del
FIT deberían recordar las lecciones del Rodrigazo. A caballo de la voluntad por
salir a la lucha de las bases obreras surgieron las coordinadoras, que
terminaron con el control de la burocracia en muchas fábricas en el Gran Buenos
Aires, pero sólo cuando esa presión obligó a la CGT a lanzar la huelga general
se logró el objetivo buscado: derrotar al ministro de Economía Rodrigo y
obligar a huir del país a López Rega, el organizador de la Triple A.
Hoy no estamos en esa situación. En las
fábricas hay mucho temor a los despidos y eso empuja a los compañeros a
mantenerse pasivos. Ser pacientes, no ir a la pelea divididos, primero
organizarse y unificar a todos los compañeros, y sólo después salir a la lucha
es el método obrero, en el cual hay que educar a los activistas rebeldes y
combativos pero inexpertos que surgen en las empresas. Todo lo contrario de la
política autoproclamatoria y sectaria del FIT.
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