La izquierda olvida que los enemigos de los trabajadores, el pueblo y el país son el imperialismo, el gobierno de Macri, la patronal y sus partidos
Los
partidos políticos con sus dirigentes y figuras públicas a la cabeza se
lanzaron a la campaña electoral por la presidencia de la Argentina, en medio de
una crisis económica, política y social histórica. Programan actos políticos,
se lanzan candidaturas, se organizan frentes electorales, se dan discursos
opositores a diario por TV y redes sociales, y todos reclaman la más amplia
unidad opositora para enfrentar a Macri y el FMI. Y todos también respetan el
calendario electoral, aunque el país, el trabajo y nuestro futuro se pierdan en
este trayecto hasta el 2019.
El
FMI afirma la inevitabilidad de una importante y quizás histórica pérdida de
puestos de trabajo porque quieren eliminar sectores de la industria y de la
producción por sus altos costos en comparación con valores mundiales. Este
aumento extraordinario de la desocupación es inevitable, no porque los cambios
tecnológicos y los avances de la robótica y de la comunicación demandan otro
tipo de operario, como ellos pretenden vendernos, sino porque en el capitalismo
mundial el papel de la Argentina no puede seguir con el modelo que aplicó el
kirchnerismo durante su mandato.
Cuando
mayor es el peligro de quedar en la calle, más solos estamos en relación a la
dirigencia. La CGT, como si nada pasara, parece que levanta la huelga general
anunciada para noviembre porque negoció bonos-limosna a cambio de llegar a fin
de año sin otra medida de fuerza. La dirección de la CGT se rompió y está en
plena crisis. Las dos CTA nunca se unieron a pesar de que hace rato prometieron
hacerlo. Los dirigentes de los movimientos sociales tienen sus propias
internas. Y los partidos «opositores», sean peronistas «responsables»,
massitas, radicales desencantados con Macri, socialistas de Santa Fe e incluso
el kirchnerismo, dedican el cien por ciento de sus energías al show
parlamentario y a trenzar acuerdos para las elecciones del año que viene.
La
atomización de las luchas y la división en el frente sindical y político hace
que nuevamente el escepticismo y la desconfianza en la dirección política y
sindical crezcan en las filas de los trabajadores.
El
peor ejemplo, el más trágico de todos, lo constituyen lamentablemente los
partidos de la izquierda trotskista. Esos partidos acompañan nuestras luchas,
se reclaman de la clase obrera, socialistas y revolucionarios, y también claman
por la unidad de clase en todos sus discursos. Pero cuando las direcciones de
las organizaciones sindicales de masas llaman a una acción, van a los medios a
poner en primer plano sus denuncias a la burocracia, no la unidad para luchar.
Y acusan de «traidores» a direcciones sindicales como los metrodelegados, que
sí han encabezado peleas muy duras e incluso logrado triunfos importantes.
Ese
divisionismo permanente se reproduce como un cáncer en las relaciones dentro de
la propia izquierda. No unen sus ramas sindicales en una sola organización para
que los activistas discutan y resuelvan democráticamente qué hacer ante cada
lucha parcial o general. Al revés; a cada rato se cruzan entre ellos
acusaciones de traidores, divisionistas y burocráticos… mientras la burocracia
y el gobierno celebran. Cuando se juntan en un plenario, los que hablan todo el
tiempo son los jetones que bajan la línea de cada partido, no los compañeros
que más expresan las inquietudes, las necesidades y el estado de ánimo real que
hay en las bases. Estos partidos que llaman a «la unidad de los luchadores»
llegan al punto de dividirse en diferentes listas en las elecciones sindicales,
como ocurrió vergonzosamente con el FIT en la Unión Ferroviaria del Ferrocarril
Sarmiento. Ni siquiera sirven para pelear contra la burocracia ni en el terreno
electoral.
En
Punto de Partida Nº 3, cuando el FIT realizó el acto en la cancha de Atlanta
antes de las elecciones parlamentarias, ya criticábamos y explicábamos por qué
esta izquierda actúa de esta manera:
«…Las organizaciones que integran el FIT –Partido
Obrero (PO), Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) e Izquierda
Socialista (IS)– se definen a ellas mismas como socialistas, revolucionarias y
trotskistas. Lo que deberían explicar sus dirigentes es por qué, si coinciden
en todo eso, no se han unido en un solo partido y ni siquiera están agrupados
en un único bloque en la Cámara de Diputados de la Nación (…) Y, lo más
importante para un frente que dice estar al servicio de las luchas de la clase
obrera, ¿por qué tampoco unifican sus respectivas ramas sindicales para que los
compañeros que las integran debatan, voten democráticamente y apliquen como un
solo hombre sus políticas para todas y cada una de las luchas en las que
intervienen?»
En
esa oportunidad afirmamos que la unidad de estos grupos tenía un único objetivo
electoral, o sea, tenían la misma conducta de los partidos patronales
«opositores», no ponían en primer lugar la unidad al servicio de la lucha,
entendiendo que es el único camino que tenemos los trabajadores para conseguir
y defender nuestros derechos. Por eso entonces dijimos en esa oportunidad, y
ahora destacamos, que
«La otra cara de esta política no revolucionaria es el
sectarismo en el terreno de la lucha cotidiana de los trabajadores. El FIT no
empieza por decir que su influencia en la clase obrera argentina es muy pero
muy pequeña y que la gran masa de los trabajadores está dirigida (y controlada)
por la burocracia sindical, en su mayoría peronista. Desde esa debilidad
tremenda, el FIT “exige” a la CGT que lance un plan de lucha y una huelga
general, cuando si de verdad quiere que los trabajadores salgan masivamente a
la lucha debe decirles a ellos, en primer lugar a los activistas, que la única
manera de que haya una huelga general es que sean las bases las que presionen y
obliguen a los dirigentes a convocarla.»
Criticábamos
también el carácter aventurero de esa izquierda, que causa derrotas en donde
logra dirigir porque realiza o impulsa acciones sin tomar en cuenta si la gran
mayoría de la base está dispuesta o no a salir a la lucha:
«En las fábricas hay mucho temor a los despidos … Ser
pacientes, no ir a la pelea divididos, primero organizarse y unificar a todos
los compañeros, y sólo después salir a la lucha es el método obrero, en el cual
hay que educar a los activistas rebeldes y combativos pero inexpertos que
surgen en las empresas. Todo lo contrario de la política autoproclamatoria y
sectaria del FIT.»
Con
tres años de gobierno macrista y con la imposición de un plan de ajuste y de
hambre dirigido por el FMI, el problema de la unidad para luchar es cada vez
más apremiante. Desgraciadamente, a esa izquierda que se reclama combativa no
le parece que sea hora de cambiar y de replantearse el papel que debería jugar.
Parece haber olvidado que los enemigos de los trabajadores, el pueblo y el país
son el imperialismo, el gobierno de Macri, la patronal y sus partidos.
Si ,estoy de acuerdo..por eso me aleje de la izquierda ,fui delegada y ellos propagandizan su quinta ,sin ver cuántos obreros quedan sin pan
ResponderEliminarcuando quieras hacemos contacto y charlamos
EliminarMe interesan sus publicaciones,y la revista Punto de Partida.
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