Democracia, humanitarismo, libertad, son palabras envilecidas por el imperialismo y sus cómplices oligárquicos, en su afán de justificar la infame guerra que libran contra Venezuela.
Democracia significa que si a Estados Unidos no le gusta un gobierno tiene el derecho de hacer lo que esté a su alcance para derrocarlo: golpes de Estado, alzamientos violentos de masas organizados por la CIA, nombramiento de presidentes alternos, conspiraciones con los países vecinos, intentos de asesinato al presidente, armamento de grupos paramilitares… En el vocabulario infame de los imperialistas y sus cómplices serviles, democracia significa violación abierta y descarada de la soberanía nacional. Pero no puede haber democracia sin soberanía nacional.
Humanitarismo quiere decir, en la nueva jerga de la hipocresía, que todo recurso es válido para destruir a ese gobierno y liquidar su soberanía nacional: bloquear las divisas internacionales del país para matar de hambre y desesperación a su pueblo y arrojarlo al éxodo; impedir el ingreso de alimentos y medicinas para crear el caos y luego anunciar con bombos y platillos el envío de ayuda humanitaria, y hasta sabotear el sistema eléctrico nacional, causando la muerte de enfermos y agobiando de sed a millones, en busca de un alzamiento desestabilizador. Hambre y destierro son las claves del humanitarismo imperialista.
Libertad para elegir que gobiernen los mandatados por Donald Trump, para que el petróleo y el oro sean entregados a las transnacionales gringas. Libertad para creer las verdades que imponen las cadenas mundiales de noticias pagadas por esas mismas transnacionales. Libertad para morir, como en Irak o en Siria, por las bombas y los misiles que acabarían con la dictadura y restablecerían la democracia. En este nuevo lenguaje libertad significa destrucción y muerte.
Lo que quieren es el petróleo y el oro y acabar con la independencia política de Venezuela
No son el humanitarismo y el deseo de democracia y libertad de Trump, Duque, Macri, Piñera o Bolsonaro, lo que explica que Venezuela se haya convertido en el centro de la agresión imperialista. Las razones son mucho más prosaicas. Venezuela posee las mayores reservas de petróleo del planeta, 296.500 millones de barriles, y para colmo se ha descubierto una nueva y enorme fuente de riqueza, el Arco minero del Orinoco, que cuenta con yacimientos de oro, cobre, coltán, hierro, bauxita y otros minerales, con un potencial estimado de 2 trillones de dólares. Además, gracias al chavismo, el país mantiene la industria metalúrgica, los servicios públicos y la pesca nacionalizados. Todos extraordinarios botines de guerra para el insaciable Tío Sam.
Lo que busca EEUU, en medio de una crisis económica mundial que no se resuelve y de una dura lucha por el reparto del mundo y del continente con China y Rusia, es apoderarse de todos estos recursos y poner fin a las concesiones económicas y sociales que el chavismo hizo a las masas. Si lo logra, los trabajadores y los pobres venezolanos perderán todas sus conquistas, y su país, así como el resto de países de América Latina, serán mucho más explotados y oprimidos por Estados Unidos. Venezuela perdería su independencia política, que consiste sencillamente en que ni su gobierno ni el resto de sus instituciones están sometidas a la voluntad del imperialismo, como sí lo están casi todos los países del continente. Esa es la herejía que hay que castigar ejemplarmente, no sólo en Venezuela, también en Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador y Nicaragua.
No hay tarea más urgente que defender a Venezuela y luchar por la Segunda Independencia de América Latina
Los que se niegan a defender a Venezuela por sus diferencias con Maduro, le hacen el juego al imperialismo. Los que hacen la vista gorda ante el ataque vil del imperialismo yanqui y los gobiernos oligárquicos de sus países contra la soberanía de Venezuela, abonan el camino de la agresión militar. Quienes, palabras más palabras menos, se posicionan diciendo «Ni Trump ni Maduro» actúan como intelectuales en un mundo ideal, mientras en el mundo real capitulan a la fuerza arrasadora del imperialismo sobre nuestros países. Todos los que –como el avestruz– mantienen la cabeza metida en el suelo de sus luchas particulares, lo mismo que los que dicen defender a Venezuela o incluso se proclaman chavistas pero se cuidan de no incentivar la acción callejera para evitar el ataque de la ultraderecha o para conservar la favorabilidad de los votantes, cavan sin querer su propia tumba política. Otro tanto ocurre con los que llaman a defender a Venezuela pero imponen condiciones a sus posibles aliados: quiéranlo o no, ponen trabas a la movilización e impiden el avance de la conciencia de masas antimperialista. Peor aún, quienes ven la situación venezolana como la disyuntiva entre dictadura o democracia han renunciado a sus principios y se han tragado la ideología de que existe democracia sin sello de clase; están capitulando a la «democracia» imperialista, la misma que se impuso en Yugoslavia, en Irak, en Afganistán y en Siria.
La falta de claridad y contundencia de las organizaciones sindicales y de izquierda y de los dirigentes reconocidos del pueblo, de los que se reclaman demócratas y defensores de la soberanía nacional y de los derechos humanos, deja a las masas obreras y populares a merced de la ofensiva ideológica de la derecha e impide que salgan a defender a Venezuela. Olvidan así una grave lección de la historia: que si Trump, Bolsonaro, Macri, Piñera y Duque triunfan en Venezuela, se perpetuarán en el poder y será mucho más difícil quitárnoslos de encima. En Venezuela se juega el destino de toda América Latina. Si Venezuela cae se agudizarán el yugo y la explotación de nuestros países por las transnacionales gringas, proliferarán las bases miliares imperialistas, se fortalecerán los salvajes planes de ajuste de los gobiernos oligárquicos, se perderán las pocas conquistas que aún conservamos y se atacará aún con más violencia las libertades democráticas en todo el continente. No hay tarea más urgente en cada uno de nuestros países, en cada uno de nuestros sindicatos, barrios, campos, escuelas o universidades, que defender a Venezuela y luchar juntos por la Segunda Independencia de América Latina.
Editorial de la Revista Perspectiva Marxista Internacional
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