¡No al pacto social entre Alberto, la burocracia de la CGT y la patronal!


¡Ninguna tregua en las calles! ¡Movilicémonos con más fuerza cada día!

¡No hay que esperar cruzados de brazos hasta diciembre!

¡Fuera Macri ya! ¡Fuera el FMI!

¡No al pacto social entre Alberto, la burocracia de la CGT y la patronal!



En la prensa y en los medios de comunicación se señala que en las urnas se dirimen “dos modelos”, y lo mismo dicen los candidatos oficialistas y opositores. Es cierto que la política de los gobiernos kirchneristas no fue la misma que la de Macri.

El gobierno de Macri fue el lacayo esperado de los países imperialistas, en particular de los EE. UU, en plena ofensiva contra los dirigentes de la región que resistieron de alguna manera al saqueo indiscriminado de nuestras riquezas, como Chávez, Lula o los Kirchner.

Pero como ya lo hemos planteado en Punto de Partida, los dos “modelos” defienden un mismo sistema económico-social: el capitalismo semicolonial, es decir, la propiedad privada de quienes nos explotan a los trabajadores y hunden a nuestro pueblo en la miseria. Toda la estructura política y económica de nuestro país está dirigida a garantizar las ganancias de los empresarios argentinos, de las transnacionales imperialistas, de los terratenientes, de los pulpos exportadores y del capital financiero es decir de “los mercados”, que son una banda de usureros y timberos internacionales y nacionales. En resumen, un sistema de explotación, donde las riquezas que producimos los trabajadores van a parar a manos de esa gentuza (que hablan en forma diaria en la TV) que no trabaja ni produce nada, y nosotros sólo recibimos, en el mejor de los casos, la promesa del “respeto de las conquistas obreras”, en otras palabras, nada que no tuviéramos de antes, y que se ganó gracias a décadas de luchas obreras y de sangre derramada, y que en la práctica estamos perdiendo todos los días.

Las organizaciones de izquierda se la pasaron denunciando que Macri y el kirchnerismo eran “lo mismo”, eslogan que ahora vuelven a utilizar con Macri y la fórmula Fernández-Fernández. La campaña política de “son lo mismo”, usada en las elecciones de 2015 y luego defendida durante el mandato de Macri, sirvió de apoyo a la propaganda del oficialismo contra los supuestos desastres y corrupción heredados del kirchnerismo. Y lo más grave, ayudó a la división del movimiento obrero y sectores populares entre kirchneristas y quienes no lo son, convirtiendo a estas agrupaciones de la izquierda en aliados conscientes de la ofensiva imperialista contra el país y la región.

Una ofensiva en pleno desarrollo, que ya logró sacar al PT del poder en Brasil y llevó al expresidente Lula da Silva a la cárcel, que impulsa las persecuciones judiciales contra Correa (en Ecuador) y contra Cristina Kirchner, su familia y ex funcionarios, y que amenaza con una intervención militar contra Venezuela. Una ofensiva que, con las campañas de los medios contra la corrupción y todo tipo de maniobras políticas y judiciales, está al servicio de la avanzada económica, política y militar de los países imperialistas, fundamentalmente de los Estados Unidos, para recolonizar a América latina.

Frente a un enemigo que desata esta agresión en toda la línea, y que está saqueando el país con la colaboración del gobierno macrista, con las consecuencias de miseria y de hambre que sufre el pueblo argentino, la prioridad número uno de toda la vanguardia combativa debería ser defender la unidad de los de abajo, de los trabajadores y de los sectores más explotados y pobres, como único camino para fortalecerse en la lucha contra este sistema de explotación.

Las clases dominantes, es decir, los explotadores del pueblo y del país, son conscientes de la horrible y caótica situación de la economía argentina. Y ven el peligro de que las luchas obreras y populares para defender el salario, las conquistas (comida-salud-educación-vivienda) y el país, se masifiquen y se profundicen, cuanto y tanto la patronal como el futuro gobierno estarían impedidas de dar mejoras a los trabajadores sin perjudicar gravemente sus ganancias y los intereses imperialistas. Por eso ahora todos reclaman a gritos la “unidad nacional”, un pacto de “gobernabilidad” de los políticos de todos los colores, la burocracia sindical, las cámaras patronales y la Iglesia, para impedir que estalle una gran movilización de los trabajadores que acabe ya mismo con el gobierno de Macri y le imponga sus propias condiciones al futuro gobierno de Alberto Fernández.

Esta “tregua”, hasta ahora lograda a medias, tiene el objetivo inmediato de llegar “en orden” a las elecciones de octubre, y si fuera posible con Macri gobernando hasta el 10 de diciembre. Pero esa “tranquilidad en las calles” es un pésimo negocio para nosotros, porque mientras tanto no se frenan los aumentos de los alimentos ni de las tarifas, ni los despidos y suspensiones, ni la baja del poder adquisitivo de los salarios y las jubilaciones, ni el hambre. Las medidas “populistas” que Macri implementó (sacarle el IVA a los alimentos, amagar con bonos a los trabajadores privados, aumentar las partidas para los comedores, etcétera), tienen el objetivo de dividir a la clase obrera entre gremios fuertes y gremios débiles, a los movimientos sociales entre los que negocian algunas migajas con la Stanley y los que no reciben nada, y a los jubilados, que no tienen medios ni organización para defenderse, de los trabajadores activos, que por lo menos tienen sindicatos. Todos saben que estas medidas no arreglan nada, pero son el resultado de un acuerdo tácito entre Fernández y Macri para impedir un estallido social.

Reagrupados alrededor del Frente de Todos, Daer, Manzur, Acevedo, Massa y la Iglesia preparan el gran acuerdo nacional, acuerdo que impondrá condiciones a los reclamos obreros y populares y donde se insistirá en tener paciencia en una situación desesperante para la gran mayoría de los hogares obreros. Un impasse para llegar hasta octubre y mantenerlo después, como ya lo reclama Fernández cuando pide que lo dejen gobernar tranquilo 180 días. Que beneficia a los dirigentes del macrismo para reacomodar cargos en las elecciones de octubre, para no abandonar su proyecto político apoyado en la clase media gorila, y esperar con alguna fuerza una futura oportunidad para hacer bajar la cabeza a los obreros y al pueblo pobre. Que beneficia también a la patronal, que quiere liquidar la CGT y la organización sindical de los trabajadores. Y que beneficia al imperialismo y a su oficina financiera, el FMI, que podrá contar con una mesa de unidad y acuerdos para impedir cualquier proyecto de default o de independencia económica.

En una palabra, beneficia a la casta política, a la burocracia sindical, al clero, a la patronal y al imperialismo, dándoles servida en bandeja la oportunidad de reorganizarse y preparar la guerra contra los reclamos legítimos de los trabajadores y sectores populares.

Un gran número de trabajadores no son peronistas, muchos son kirchneristas y una pequeña minoría vota a la izquierda. Desde Punto de Partida sostenemos que debemos resistir unidos cualquier maniobra política y/o de los burócratas atornillados al sillón.

En primer lugar, para defender el voto que evitó que triunfara en las PASO el gobierno ultrarreaccionario, proimperialista y antiobrero de Macri, un voto que busca recuperar el nivel de vida y no perder las organizaciones sindicales. Y también para defender la calle para los obreros y los sectores populares que necesitan hacer oír sus reclamos, y que no están dispuestos a dejarse arrancar las conquistas pasivamente.


La unidad de los trabajadores en la elección del 11 de agosto derrotó a Macri.

¡Se tiene que ir ya mismo!


Macri reconoció al Guaidó, el títere de los yanquis, como “presidente” de Venezuela y ahora, en el Grupo de Lima, votó a favor de aplicar el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) que habilita una intervención militar contra ese país. Exijamos que Fernández se comprometa a respetar la soberanía de Venezuela, retire a nuestro país del Grupo de Lima y desconozca a Guaidó, un emisario enviado para impulsar guerra regional y el saqueo.

Si no lo logramos, la democracia de los de abajo, que se expresó en las movilizaciones de resistencia al gobierno de Macri y en las urnas con el voto a la fórmula de Fernández-Fernández, debe imponerse de manera aún más contundente en las elecciones de octubre y profundizarse con movilizaciones masivas para que Macri no dure ni un día más en el poder.

El acuerdo de Fernández-Daer-Acevedo y todos los dirigentes políticos que se sumen es una trampa para condicionar los reclamos obreros y populares.

¡No al pacto social entre Alberto, la burocracia de la CGT y la patronal!

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