
Articulo de la revista Perspectiva Marxista Internacional
Despertó
Ecuador, despertó Chile. ¡Y de qué manera! Millares de indígenas, jóvenes,
mujeres, trabajadores estremecieron a Ecuador durante doce días; con sus
movilizaciones y barricadas enfrentaron al gobierno de Lenín Moreno, al FMI y a
la violenta represión. Después varios días de estallido sostenido, un millón
doscientos mil chilenos se movilizaron en Santiago, además de los millares que
lo hicieron en el resto del país, e hicieron añicos la propaganda que con tanto
ahínco han pregonado los escribas de la banca, los monopolios imperialistas y
los oligarcas locales sobre el “modelo chileno” como un ejemplo a seguir en
toda Latinoamérica.
Tan
fuerte fue el despertar que el continente entero vibró: por millones, “los de
abajo”, a lo largo y ancho del continente, se reconocieron interpretados y
reflejados en los pueblos que en las últimas semanas han sido vanguardia y
ejemplo de lucha: los hermanos ecuatorianos y chilenos.
Simultáneamente
los trabajadores y el pueblo argentino hicieron su parte, no mediante un
levantamiento insurreccional sino con una paliza electoral que acabó con el
proyecto de Macri de lograr un nuevo mandato presidencial, otro golpe a las
políticas impuestas por el FMI y aplicadas con prisa y sumisión por los
gobiernos igualmente lacayos de Lenín Moreno y Piñera. Ambos quedaron
debilitados y fueron obligados a hacer concesiones para tratar de frenar a las
masas, pero no cayeron… al menos, no todavía.
Rápidamente
la reacción oligárquico-imperialista contragolpeó en Bolivia, donde un golpe
cívico-militar alentado por los yanquis, su “Ministerio de Colonias”, la
Organización de Estados Americanos (OEA), y llevado adelante por comandos
fascistas con la complicidad de la policía y las Fuerzas Armadas, derrocó a Evo
Morales.
De
“conspiración de Maduro” a “invasión alienígena”
Entrando
en pánico ante la colosal demostración de unidad y fuerza popular, el puñado de
privilegiados y beneficiarios del estado de cosas buscan cómo desvirtuar y
deslegitimar tan gran estallido popular.
Trump
salió a decir que enemigos externos atacaban a las democracias
latinoamericanas. Lenín Moreno proclamó con toda solemnidad: “El sátrapa de
Maduro ha activado junto con Correa su plan de desestabilización… ellos son
quienes están detrás de este intento de golpe de Estado…”. Piñera declaró:
“Estamos en guerra contra un enemigo poderoso”. Después tuvo que disculparse,
quizás inspirado por su esposa, que coincidió con su marido al afirmar que para
ella la gente que se movilizaba no eran seres humanos sino una “invasión
alienígena”, pero asumió que había que tratar de conformarlos tirándoles
algunas migajas de los “privilegios” de la decena de familias propietarias de
la parte del león de las riquezas de su país.
Ambos
gobiernos respondieron con la más violenta represión. Más de 10 muertos en
Ecuador, más de 23 en Chile. Las masas populares antes que retroceder, se
envalentonaron.
Ofensiva
de los pueblos ecuatoriano y chileno, y paliza a Macri
Las
verdaderas razones del estallido las dejaron claras los luchadores. Las expresó
una indígena ecuatoriana que agitaba en medio de una barricada en las calles de
Quito: “Que se vayan todos esos millonarios… que nos dejen en paz… ya nos
conquistaron una vez y no volveremos a ser conquistados… nos ultrajaron a
nuestras mujeres, hicieron esclavos a nuestros hombres… ¡ahora ya no!… ¡ahora
basta de esta tiranía!”
Una
joven estudiante chilena, en el marco del Festival Iberoamericano de Teatro en
Cádiz, España, denunció: “El pueblo salió a las calles a luchar por la
desigualdad económica, por la pobreza, por los sistemas de salud precarios, por
una educación de mierda donde sólo los que tiene plata llegan arriba, donde
todos los pobres se quedan abajo…”
Los
indígenas y el pueblo ecuatoriano lograron echar abajo el decreto 883, frenando
así el nuevo ataque ordenado por el FMI, y Lenín Moreno tuvo que renunciar,
entre otras medidas antipopulares, a la pretensión de aumentar un 123% el
precio del diesel. Hasta el día de hoy no ha logrado imponer un nuevo decreto
en la misma dirección. Los jóvenes y trabajadores chilenos lograron que Piñera
derogara el aumento de las tarifas del metro y sacara los militares de las
calles, pero hasta ahora no ha logrado desmovilizar a la población.
La
paliza a Macri la sintió directo el FMI, que había apostado por él a tal punto
que el 47% de sus préstamos en el mundo se destinaron a Argentina.
Evidentemente la apuesta le salió mal: ahora el FMI tiene un gran deudor con
una economía quebrada, y un Macri derrotado gracias al contundente golpe que le
propinó el pueblo argentino en las urnas.
La
contraofensiva imperialista
Para
los Estados Unidos resulta de interés estratégico reconquistar su control sobre
los países del continente que no acataban servilmente sus órdenes, y para
lograrlo necesita que estén en el poder las oligarquías de cada uno de ellos.
Es
así que el imperialismo, ni bien pudo, empezó la contraofensiva: mediante
“golpes parlamentarios” o “golpes blandos”, en 2009 acabó con el gobierno de
Zelaya en Honduras; en 2012, con el de Lugo en Paraguay, y en 2016, con el de
Dilma Rousseff en Brasil. En 2015 logró derrotar electoralmente al kirchnerismo
y colocar a Mauricio Macri. En 2017 Lenín Moreno llega a la presidencia en
Ecuador con los votos del correísmo, y rápidamente gira para colocarse al
servicio del imperialismo. A Correa le abren proceso penal, y en 2018 condenan
a Lula a la cárcel y logran que sea elegido Jair Bolsonaro. Y el 10 de
noviembre de este año la crápula oligárquico-imperialista dejó bien claro en
Bolivia que cuando los “golpes blandos” no son suficientemente eficaces, va a
volver a recurrir a golpes de estado en toda la regla, a los que aparentemente
habían renunciado después de sucesivos fracasos en Venezuela.
Parte
de esta contraofensiva son los intentos de hacer caer a Daniel Ortega y los
nuevos ataques y sanciones contra Cuba por parte del gobierno de Trump. Pero
los yanquis tienen puesto el foco en acabar con la soberanía de Venezuela,
tarea para la cual ha contado con la servil colaboración del llamado Grupo de
Lima, y en especial con el gobierno de Colombia que, para empezar, lo ayuda con
las bases yanquis en territorio colombiano. El golpe contra Evo Morales es el
último episodio de esta contraofensiva.
Los
estallidos patearon el tablero
Los
levantamientos insurreccionales en Ecuador contra Lenín Moreno y el FMI, y en
Chile contra Sebastián Piñera y su “oasis neoliberal”; así como la paliza
electoral contra Macri y el FMI en Argentina, pegaron duro en la mesa y
sacudieron todas las fichas en el tablero. Ya lo habían empezado a hacer las
combativas luchas que desde hace semanas libra el pueblo haitiano, y también el
puertorriqueño, que con sus masivas protestas logró en julio la caída del
gobernador.
Un
tablero en el cual ya los yanquis venían sufriendo reveses, siendo el más
importante el haber fracasado en su intento de tumbar a Maduro, cuando se lo
propuso como objetivo a lograr en el corto plazo al nombrar a su títere Juan
Guaidó como flamante “presidente encargado de Venezuela reconocido por 54
países”. Tampoco logró derrocar a Ortega en Nicaragua. Ya habían recibido un
golpe en México con la contundente derrota del PRI y la llegada al gobierno en
2018 de Manuel López Obrador, que inició, ente otras cosas, el debilitamiento
del Grupo de Lima; grupo hoy bastante maltrecho dada la crisis en que se
encuentran los gobiernos de Lenín Moreno y de Piñera, la derrota de Macri y el
prematuro desgaste de Duque en Colombia y, hasta cierto punto, de Bolsonaro en
Brasil.
Las
masas insurrectas colocaron sobre la mesa el problema del poder, de quién tenía
el poder de decisión sobre qué hacer. En ambos casos el derribamiento de
gobiernos electos bajo las reglas de la podrida democracia burguesa
semicolonial estuvo colocado como posibilidad concreta por la fuerza de la
calle; una tarea que aún sigue pendiente. Por ello la aguda crisis política
instalada en Chile y Ecuador trasciende a la esfera de los gobiernos y afecta
la estabilidad de sus regímenes políticos. En Chile saltó a primer plano la
pendiente tarea histórica democrática de destruir todo vestigio del régimen del
dictador Pinochet. En Ecuador, que hace pocos años había expulsado la base
yanqui de Manta y que hoy de la mano de Lenín Moreno ve regresar la presencia
militar imperialista en las Islas Galápagos, el cuestionamiento al nuevo
régimen servil a los yanquis y al FMI quedó en la agenda de la lucha popular.
Los
pueblos de Ecuador, Chile y Argentina inauguraron un nuevo momento en la
situación política continental. Asistimos a la primera gran crisis de la
contraofensiva yanqui por la retoma del control de su patio trasero.
El
golpe de estado en Bolivia
Si
algo quedó claro en Bolivia es que el enemigo oligárquico-imperialista tuvo la
capacidad de contragolpear con toda ferocidad con el objetivo de revertir a su
favor la relación de fuerzas que se le estaba volviendo en contra por sus
fracasos en Venezuela y Nicaragua, por las rebeliones masivas en Ecuador y
Chile y por la derrota electoral de Macri en Argentina.
Estamos
cerrando esta edición de Perspectiva Marxista Internacional al día siguiente
del golpe que derrocó a Evo Morales, cuando todavía no se sabe cómo
evolucionará la situación. ¿Podrá el pueblo boliviano responder duramente en
las calles, como lo hicieron los destacamentos que bajaron hacia La Paz desde
el tradicional bastión rebelde de El Alto, atacaron las residencias de
políticos y periodistas golpistas, entre ellas la del rector de la Universidad
de San Andrés, a quien le incendiaron la casa? ¿Logrará el golpismo “pacificar”
la situación y establecer un nuevo régimen con fachada “democrática” o Bolivia
se encamina hacia una guerra civil? ¿Se verán obligadas las Fuerzas Armadas a
salir de su madriguera y aparecer como lo que en realidad son, el único poder
real que hoy existe en el país? A pesar de estas incógnitas, hay algunas cosas
que podemos afirmar.
El
golpe se venía preparando desde hacía mucho tiempo; así lo demuestra la
sincronización en todo el país de las movilizaciones en las calles, el accionar
de los comandos fascistas, el motín de la policía que se negó a reprimirlos y
la “neutralidad” de los altos mandos de las Fuerzas Armadas, que se sacaron la
careta cuando le “sugirieron” a Evo que renunciara.
Los
medios y la casta política buscan disimular lo que verdaderamente ocurrió con
una discusión leguleya sobre si “institucionalmente” fue un golpe, como afirma
correctamente el Grupo de Puebla, o no fue un golpe, como sostienen los gorilas
de todo pelaje. Pero lo verdaderamente importante es que el golpe tiene
objetivos geopolíticos, políticos y económicos, compartidos por el imperialismo
y la oligarquía local.
En
lo geopolítico, acabar con un gobierno independiente del imperialismo yanqui e
imponer otro que sea cómplice del amo del norte, especialmente en la cuestión
Venezuela.
En
lo político, cambiar a un gobierno que se apoyaba en los trabajadores, el
pueblo pobre y los indígenas por otro que represente directamente a los
oligarcas, y también acabar con el régimen que impuso Evo, que redefinió al
país como un “Estado plurinacional” que garantizaba los derechos de las
comunidades indígenas hasta ese entonces objeto de discriminación, explotación
y opresión por parte de la burguesía blanca.
Y
en lo económico, dar marcha atrás con las medidas nacionalistas que tomó Evo,
como la nacionalización de los hidrocarburos para destinar esos recursos a
mejorar sustancialmente el nivel de vida, de educación y de salud del pueblo
pobre, afectando, por ejemplo, los intereses de Luis Fernando Camacho, el fascista
evangélico que apareció como líder del ala civil del golpe, que se había
quedado sin el manejo del negocio del gas en Santa Cruz.
En
síntesis, el golpe expresa las profundas e irreconciliables contradicciones
entre las clases explotadoras y las clases explotadas, entre los intereses
nacionales de los países atrasados y el imperialismo opresor y explotador. Por
eso queremos reafirmar lo que siempre sostuvo el marxismo revolucionario:
•
Jamás confiar en las Fuerzas Armadas y policiales de la burguesía, por más
“democráticas” que se declaren.
•
Jamás confiar en los regímenes “democráticos” capitalistas como solución a la
cuestión del poder.
•
Al fascismo no se lo discute ni se acaba con él en las elecciones; hay que
aplastarlo en las calles armas en mano.
Perspectiva
El
imperialismo y sus socios oligárquicos intentarán derrotar a las masas. A su
favor tienen a los gobiernos de Bolsonaro y Duque, que aunque en medio de
dificultades y resistencia popular, avanzan en golpearlas y en pretender
imponer regímenes con elementos fascistas, de aplicación de métodos de guerra
civil para derrotar la resistencia de los de abajo.
En
su contra el imperialismo yanqui tiene la agudización de la crisis
interburguesa interna, que ya llevó a la aprobación del proceso de destitución
de Trump en la Cámara de Representantes. Además, en medio de la huelga de 40
días de los obreros de la General Motors y las de los gremios docentes en
varios estados. También lo afecta la situación económica del capitalismo en el
mundo y en Latinoamérica, donde se estima un crecimiento regional del PIB de
tan sólo 0,2% para este año, y en donde, según cifras oficiales, en 2014
estaban en situación de “pobreza absoluta” 46 millones de personas, cifra que
subió a 63 millones en 2018. Y además, la situación de la lucha de clases en el
mundo lo obliga a responder en varios frentes de tormenta. Este año ha sido
testigo de la incansable pelea de los chalecos amarillos en Francia, de las
masivas marchas por la autodeterminación y contra el poder monárquico en
Cataluña y del resurgir de las movilizaciones en el Magreb con las masas en la
calle en Argelia y en El Cairo, la capital de Egipto. Se sumaron los jóvenes
kurdos, palestinos, libaneses e iraquíes, en territorios donde la
contrarrevolución pareció haberse impuesto o donde la guerra imperialista
secundada por Turquía o el Estado de Israel destruye las posibilidades de
existencia de poblaciones enteras.
La
importancia de las luchas de las masas, por su masividad y organización para
dar pelea contra las fuerzas de la represión y por los triunfos parciales que
obtienen constituye el principal desafío de las corrientes marxistas hacia el
futuro y hacia su fortalecimiento.
En
todo caso, y de fondo, lo que todos estos sucesos colocan en evidencia es la
decadencia y putrefacción del régimen de dominación y explotación
capitalista-imperialista, y la necesidad de destruirlo e instaurar un sistema
socialista que reorganice el mundo terminando con la explotación del hombre por
el hombre y con la opresión sobre los pueblos, que acabe con la organización de
la economía en función de las ganancias para un puñado de monopolios
capitalistas y a costa del hambre de miles de millones. Sólo el socialismo,
basado en la autoorganización democrática de la clase obrera, de los pobres y
de los oprimidos, y liderado por una dirección obrera y revolucionaria, podrá
salvar al mundo de la barbarie y a la naturaleza, de su destrucción. Hoy más
que nunca cobra valor el llamado de Carlos Marx y Federico Engels: “Proletarios
del mundo, uníos”.
Denunciamos
el golpe en Bolivia.
Apoyamos
incondicionalmente toda acción de resistencia, sea pacífica o violenta.
Y
llamamos a la solidaridad internacional con el pueblo boliviano.
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