A cuarenta días de la asunción del presidente Fernández



Una política de paliativos para frenar la crisis social no es resolverla, ni menos aún logra cubrir las expectativas de los trabajadores que votaron al Frente de Todos, esperanzados en un giro de 180 grados, pero la aguja se torció solo un poco.
Para la clase obrera y los sectores sociales más castigados con las políticas del gobierno macrista el voto a la “unidad” peronista con otras fuerzas políticas y sindicales representó la herramienta para impedir un nuevo período de saqueo y de destrucción de las fuerzas productivas nacionales.
Pero llegar a las elecciones “en paz”, perdonándole la vida a un gobierno que se caía si lo empujábamos en la calle, también supuso sacrificios, sufrir durante meses precios inalcanzables para cubrir la canasta básica de alimentos y las necesidades más elementales. Un sector importante de la sociedad llegó a diciembre con lo justo, otro con deudas y otro debió recurrir a las ayudas de la caridad y de los comedores populares. Los precios y los despidos no dejaron ascender.

Las primeras medidas

Los bonos, la doble indemnización y las tarjetas para alimentos implementados durante estos días por el nuevo gobierno están dirigidos a la franja de la sociedad que ya no podía comer ni sostener a su familia. Sin embargo, los tiempos del gobierno son unos y los de las necesidades de los trabajadores y el pueblo son otros.
Una expresión lamentable de la urgencia social son los niños pequeños que todavía duermen en las calles de la Ciudad de Buenos Aires, el distrito más rico del país, se integran al paisaje cotidiano de las recovas y de los pocos espacios públicos que sobreviven a la privatización salvaje del gobierno de Larreta: la plaza frente al Palacio de Tribunales, las anchas veredas de la Diagonal Norte cerca del Obelisco u otros rincones del microcentro porteño. Esos niños que duermen a metros de los edificios que albergan los poderes del Estado, sin asistencia, no cuentan ni con nutrición adecuada ni una vivienda digna ni condiciones ambientales que les garantice crecer saludablemente.
En este contexto de una crisis social casi sin precedentes, ¿cuáles deberían ser las prioridades de los gobernantes sino atender a estas urgencias? ¿Lograr superávit fiscal para quedar bien con el FMI como supuesta ayuda a la renegociación de la deuda? ¿Pactar precios con los monopolios que dominan el mercado de alimentos y de la salud mientras todos los días nos despertamos con aumentos en las verduras, las carnes, los lácteos y los medicamentos? ¿Pactar con el gorilaje macrista los porcentajes de subas en los impuestos que deberían pagar los personajes que dominan los resortes de la economía, los dueños de miles de hectáreas entre otros y que veranean en Punta del Este? ¿Tomar medidas como “aplanar” la pirámide de las jubilaciones para que el FMI lo felicite? También, por temor a la  hiperinflación, el nuevo gobierno busca “desindexar” la economía pidiendo a la burocracia sindical que sea “prudente” en las paritarias y pactando unos “precios cuidados” que son una joda porque los grandes productores y supermercados ya los subieron un montón preventivamente.
Esta unidad de los trabajadores y el pueblo pobre que llevó al poder a los Fernández corre el peligro de resquebrajarse porque la burocracia sindical y el poder político ofrecen aumentos solo a los sectores que la patronal acuerda, como camioneros, aceiteros y bancarios, y el resto debería esperar mejores condiciones de la economía. Se tiran aumentos para las jubilaciones mínimas y se fija un aumento salarial a cuenta de las futuras paritarias, contando con la “prudencia” de la burocracia, mientras la CGT (y todas las direcciones sindicales) siguen con la política de que unos pocos gremios superen la inflación, y el resto, que son la gran mayoría, se jodan. Para no hablar de los jubilados pobres que están por encima de la mínima, ni de la masa de trabajadores no sindicalizados, tercerizados, monotributistas que realizan tareas que son parte del funcionamiento normal de la empresa privada y del Estado, y de los precarizados en general.
En síntesis, no es cierto que el gobierno tenga una política a favor del conjunto de los trabajadores peor pagados, ni de los jubilados pobres que están por encima de la mínima, ni de la clase media baja hasta ahora aliada a la clase obrera. Al revés; es una política cuyo único resultado posible es que nos dividamos, que en menos de dos años suframos una nueva derrota política electoral y caigamos en una mayor crisis social y económica, e incluso que el gorilaje gane fuerza en la calle.
Tampoco es cierto que hayan logrado un plan de emergencia y de solidaridad en una mesa de concertación y menos todavía en el Parlamento, donde todos buscan alguna prebenda a cambio del voto, porque ni el imperialismo, ni la oligarquía financiera, industrial o agropecuaria dejaron de pelear por sus ganancias, sin importarles un bledo la situación social; al contrario de eso, les convino aumentar el ejército de desocupados y las rebajas logradas en los salarios.

El imperialismo opera sin anestesia

Convocar de manera inmediata a los “sectores de la producción” como reclama Duhalde, hacer una quita importante de la deuda como sugiere Joseph Stiglitz, son algunos de los consejos que reciben los actuales funcionarios para sortear la crisis económica. Pero el gobierno de Fernández no recibe solo recomendaciones sino también presiones, y para eso están los Estados Unidos y sus lacayos en la región, como el presidente de Brasil, Bolsonaro.
Le exigen en primer lugar, alineación contra Irán y Venezuela para que sean tratados como países enemigos, el primero culpado sin pruebas por los atentados a la embajada de Israel y a la AMIA, y el otro, Nicolás Maduro, culpado de dirigir un régimen dictatorial. Como también culparon de antidemocrático a Evo Morales en Bolivia, y para liquidarlo implementaron junto a los militares y la derecha fascista boliviana un golpe sangriento para arrebatarle el poder, y esperan la oportunidad para hacer lo mismo en Nicaragua o en Cuba.
Estas presiones se manifestaron desde el día de la asunción, el 10 de diciembre, en el acto protocolar de presentación del presidente Alberto ante los representantes extranjeros. El director para el Hemisferio Occidental del Consejo Nacional de Seguridad de los Estados Unidos, Mauricio Claver-Carone, un funcionario de peso en la Casa Blanca, decidió irse debido a que no quería compartir esos eventos con el embajador venezolano.
Este suceso que no debe pasar inadvertido: es el disciplinamiento que se espera de nuestra política internacional. Y si no, nos pasan al “bando del mal”, y la Argentina sufrirá las consecuencias, como hoy sufre el pueblo venezolano. Hablando en criollo, marcaron la cancha, pero pueden ir por más.
Esta saga continua en estos días cuando la embajada yanqui le pidió al gobierno de Alberto Fernández trabajar para que Evo Morales no abuse de su estatus en la Argentina, es decir que no haga ninguna declaración contra los golpistas bolivianos y mucho menos le permitan que organice su partido para presentarse a elecciones.
Como buscaron también el apoyo para justificar el brutal asesinato de un alto funcionario del régimen iraní, Qasem Soleimani, jefe de la fuerza Al Quds de los Guardianes de la Revolución, y de sus acompañantes, como un acto “contra el terrorismo internacional”. Dicho asesinato, que es considerado como acto de guerra hasta por el periodismo internacional, fue cometido en Irak con total impunidad por el gobierno asesino de Trump.

Otro camino es posible

Durante la campaña electoral el Frente de Todos levantó como consigna esperanzadora que “otro camino es posible” para ganarse a millones de trabajadores para su programa el cual consistía de:
·                     Desayuno, almuerzo, merienda y cena.
·                     Emergencia alimentaria.
·                     Medicamentos gratis para los jubilados.
·                     Aumento del 20% de las jubilaciones
·                     Salario mínimo equivalente a la canasta básica.      
·                     La prioridad del gobierno será cubrir la deuda con el pueblo trabajador, no con el FMI ni con los bancos.
Estas son las propuestas que están en riesgo cuando Trump, Clarín y La Nación, junto a los sojeros y a los especuladores financieros, vociferan sus presiones y amenazas contra el gobierno de Alberto Fernández.

No pasarán

Si  realmente el gobierno quiere llevar adelante las medidas que prometió  en campaña y que dice defender, debe responder contundentemente  y para ello Alberto y Cristina, junto a la CGT, CTA, los movimientos sociales, La Cámpora, el peronismo en general, deben convocar a una gran movilización de millones de trabajadores para marcarles la cancha a estos sectores patronales oligárquicos e imperialistas, a los sojeros, a Clarín, a La Nación y al FMI. Y de esta manera poder emprender el otro camino, el de restablecer los salarios y jubilaciones, el de que todos puedan comer.
¡Los trabajadores y el pueblo pobre no debemos aceptar ningún sacrificio más! Se necesitan medidas urgentes para resolver el problema de la vivienda digna, el hambre y la desnutrición. Instrumentar de manera urgente colonias de verano para que todos los niños tengan un lugar donde comer, dormir y asearse en condiciones dignas.
Un plan de obras públicas de la Nación para dar trabajo y salarios dignos y no changas de pico y pala para sostenerse en la miseria “digna”.
¡Alberto nos dijo que si nos fallaba le reclamemos en la calle! ¡Tomémosle la palabra!
¡Defendamos la soberanía del país, de la clase trabajadora y del pueblo pobre del chantaje oligárquico imperialista!
Nosotros opinamos que no hay que pagar la deuda pero el Frente de Todos ganó las elecciones diciendo que la iba a pagar. ¡El pueblo debe saber de qué se trata! Reclamemos al gobierno que toda negociación con el FMI o con los Fondos Buitres sea pública, para que sepamos, paso por paso, qué les propone el gobierno y qué contestan ellos, sin reuniones a escondidas, sin “letra chica” y sin clausulas secretas.
No abandonemos la organización de base de los trabajadores, de los estudiantes, de las mujeres, de los barrios y demás organismos sociales o políticos. Es allí donde debemos debatir los programas contra el hambre y la pobreza. Nosotros sabemos cómo, porque somos los que la sufrimos. Como sufrimos también las plagas de una sociedad en descomposición. No debemos delegar en ningún funcionario nuestro futuro ni el de nuestros hijos.


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