En estos días suenan cada vez más fuertes las voces de los empresarios y sus políticos y periodistas lacayos que reclaman que se salga de la cuarentena “para que no colapse la economía”. Esta ofensiva, que tiene el apoyo de los grandes medios de comunicación acompañados por una gran banda de trolls, oculta que lo único que les importa a los accionistas de las empresas cerradas por la pandemia son sus ganancias, que solo se pueden obtener explotando a los trabajadores y que ellos se las meten en sus bolsillos cobrando los dividendos. Y para agrandar todavía más la rapiña, suben los precios como se les da la gana y son tan caraduras que encima exigen:
1. Que el Estado les baje los impuestos.
2. Que el Estado se haga cargo de parte de los salarios.
3. Reducir o eliminar los aportes patronales a la seguridad social.
4. Que los que cobran un salario acepten bajarlo como condición para volver a trabajar.
Es decir, que quienes banquemos la pandemia y la crisis económica seamos los jubilados, los que reciben la Asignación Universal por Hijo (AUH) y distintos planes de ayuda, los trabajadores y el pueblo pobre en general, y el Estado. A estos chupasangres no les importan que haya miles de muertes que se podrían haber evitado. Bolsonaro es solo uno de los representantes políticos más escandalosos de esta “moral de la barbarie”; pero los trabajadores debemos tener claro que así es la “moral” de los capitalistas. Y también de la cúpula de la CGT, que pide que el Estado los ayude.
Quienes tienen esta moral de chiquero (con perdón de los cerdos) se cuidan muy bien de ocultar algo que se sabe desde hace más de un siglo: si no se combaten las pestes con medidas contundentes, hay muchísimas más muertes y el daño a la economía es más grave.
En 1918 comenzó la pandemia de la gripe española, que causó la muerte de un 5% de la población mundial. Dos ciudades de Estados Unidos aplicaron políticas opuestas: en Filadelfia se siguió el funcionamiento económico y social como si no pasara nada; en San Luis se impusieron medidas de distanciamiento social. En proporción a la población, en Filadelfia hubo 259 muertos semanales; en San Luis, sólo 31.
The Washington Post, basándose en un estudio de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos ilustró la evolución de las muertes con el siguiente gráfico.

Y la economía de San Luis se recuperó más rápido que la de Filadelfia.
Plata hay, el problema es quiénes la tienen
1. Que el Estado les baje los impuestos.
2. Que el Estado se haga cargo de parte de los salarios.
3. Reducir o eliminar los aportes patronales a la seguridad social.
4. Que los que cobran un salario acepten bajarlo como condición para volver a trabajar.
Es decir, que quienes banquemos la pandemia y la crisis económica seamos los jubilados, los que reciben la Asignación Universal por Hijo (AUH) y distintos planes de ayuda, los trabajadores y el pueblo pobre en general, y el Estado. A estos chupasangres no les importan que haya miles de muertes que se podrían haber evitado. Bolsonaro es solo uno de los representantes políticos más escandalosos de esta “moral de la barbarie”; pero los trabajadores debemos tener claro que así es la “moral” de los capitalistas. Y también de la cúpula de la CGT, que pide que el Estado los ayude.
Quienes tienen esta moral de chiquero (con perdón de los cerdos) se cuidan muy bien de ocultar algo que se sabe desde hace más de un siglo: si no se combaten las pestes con medidas contundentes, hay muchísimas más muertes y el daño a la economía es más grave.
En 1918 comenzó la pandemia de la gripe española, que causó la muerte de un 5% de la población mundial. Dos ciudades de Estados Unidos aplicaron políticas opuestas: en Filadelfia se siguió el funcionamiento económico y social como si no pasara nada; en San Luis se impusieron medidas de distanciamiento social. En proporción a la población, en Filadelfia hubo 259 muertos semanales; en San Luis, sólo 31.
The Washington Post, basándose en un estudio de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos ilustró la evolución de las muertes con el siguiente gráfico.

Y la economía de San Luis se recuperó más rápido que la de Filadelfia.
Plata hay, el problema es quiénes la tienen
Sabemos que la cuarentena perjudica muchísimo al pueblo pobre, desde nuestros hermanos cartoneros hasta nuestros compañeros trabajadores en negro. Pero esto se puede solucionar si el estado les garantiza a todos un ingreso familiar que cubra todas las necesidades básicas y como mínimo esté por encima de la línea de pobreza. Para hacerlo hace falta bastante plata, que el Estado no tiene. Pero en el país hay muchísima plata, veamos quiénes sí la tienen.
El 14 de junio de 2019, la revista Forbes Argentina, publicó su “Ranking: los 50 más ricos de Argentina”. Algunos de los nombres más conocidos, acompañados por su principal actividad (todos están diversificados) y comenzando por quien encabeza la lista, Paolo Rocca, son estos:
Los ricos - Sus fortunas en blanco (en millones de dólares)
Paolo Rocca y familia (Techint) - 8.000
Alejandro Pedro Bulgheroni y familia (Axion) - 6.200
Gregorio Pérez Companc y familia (Molinos) - 3.000
Alberto Roemmers (laboratorio farmacéutico) -2.800
Marcos Galperín (Mercado Libre) - 2.500
Luis Alejandro Pagani y familia (Arcor) - 1.100
Alfredo Coto (supermercados) - 870
Familia Ayerza (Banco Galicia) - 860
Javier Santiago Madanes Quintanilla (Fate y Aluar) - 830
Juan Carlos Bagó y Sebastián Bagó (laboratorio farmacéutico) - 800
Felipe y Marcela Noble Herrera (Clarín) - 800
Eduardo Escasany y familia (Banco Galicia) - 740
Familia Urquía (Aceitera General Deheza) - 690
Federico Braun y familia (supermercados La Anónima y Banco Galicia) - 670
Claudio Fernando Belocopitt (Swiss Medical Group y América TV) - 620
Héctor Horacio Magnetto (Clarín) - 570
Familia Vicentín (agroindustria) - 560
Carlos Pedro Blaquier y familia (Ledesma) - 550
Familia Macri (sin comentarios) - 540
Las fortunas sumadas de los 50 más ricos dan un total de 58.000 millones de dólares.
Fernández se queja de los empresarios que aumentan los precios en lugar de ser “solidarios”, aclara que no quiere que dejen de ganar y que lo único que les pide es que “ganen un poco menos”. Como era de esperar, los empresarios le “responden con el bolsillo” (en los primeros puestos de esta banda de atorrantes están los bancos, que ya no saben dónde guardar la enorme cantidad de pesos que tienen pero hacen de todo para no otorgar los créditos al 24% de interés para las PYME que decretó el gobierno). No es sólo un problema de negocios, también es una presión política, un sabotage al gobierno, para obligarlo a terminar con la cuarentena.
El presidente amenaza con que va a aplicar “mano dura”, pero hasta ahora sólo aplica “mano blanda”
El 14 de junio de 2019, la revista Forbes Argentina, publicó su “Ranking: los 50 más ricos de Argentina”. Algunos de los nombres más conocidos, acompañados por su principal actividad (todos están diversificados) y comenzando por quien encabeza la lista, Paolo Rocca, son estos:
Los ricos - Sus fortunas en blanco (en millones de dólares)
Paolo Rocca y familia (Techint) - 8.000
Alejandro Pedro Bulgheroni y familia (Axion) - 6.200
Gregorio Pérez Companc y familia (Molinos) - 3.000
Alberto Roemmers (laboratorio farmacéutico) -2.800
Marcos Galperín (Mercado Libre) - 2.500
Luis Alejandro Pagani y familia (Arcor) - 1.100
Alfredo Coto (supermercados) - 870
Familia Ayerza (Banco Galicia) - 860
Javier Santiago Madanes Quintanilla (Fate y Aluar) - 830
Juan Carlos Bagó y Sebastián Bagó (laboratorio farmacéutico) - 800
Felipe y Marcela Noble Herrera (Clarín) - 800
Eduardo Escasany y familia (Banco Galicia) - 740
Familia Urquía (Aceitera General Deheza) - 690
Federico Braun y familia (supermercados La Anónima y Banco Galicia) - 670
Claudio Fernando Belocopitt (Swiss Medical Group y América TV) - 620
Héctor Horacio Magnetto (Clarín) - 570
Familia Vicentín (agroindustria) - 560
Carlos Pedro Blaquier y familia (Ledesma) - 550
Familia Macri (sin comentarios) - 540
Las fortunas sumadas de los 50 más ricos dan un total de 58.000 millones de dólares.
Fernández se queja de los empresarios que aumentan los precios en lugar de ser “solidarios”, aclara que no quiere que dejen de ganar y que lo único que les pide es que “ganen un poco menos”. Como era de esperar, los empresarios le “responden con el bolsillo” (en los primeros puestos de esta banda de atorrantes están los bancos, que ya no saben dónde guardar la enorme cantidad de pesos que tienen pero hacen de todo para no otorgar los créditos al 24% de interés para las PYME que decretó el gobierno). No es sólo un problema de negocios, también es una presión política, un sabotage al gobierno, para obligarlo a terminar con la cuarentena.
El presidente amenaza con que va a aplicar “mano dura”, pero hasta ahora sólo aplica “mano blanda”
Mano dura sería aplicar fuertes impuestos progresivos a las grandes fortunas, las grandes herencias y las grandes ganancias, con los cuales el Estado se quede con la mayor parte de esos 58.000 millones de dólares para destinarlos a financiar la salud pública y el ingreso familiar para todo el pueblo argentino.
Pero además de esas fortunas en blanco, los 50 más ricos tienen otra montaña de plata en negro, cuidadosamente oculta en paraísos fiscales. Mano dura sería ir hasta el hueso con lo que está investigando Marcó del Pont sobre las cuentas ocultas en paraísos fiscales, y meter presos por evasores a los verdaderos titulares de esas cuentas hasta que traigan esos dólares al país para que el Estado se quede con ellos.
Hoy está montado un escenario teatral en el que “todos juntos” (el gobierno, los legisladores, los intendentes, los gobernadores, etcétera, del Frente de Todos y de Cambiemos) “trabajan en equipo”, mientras que la llamada “ala dura” del PRO (Patricia Bullrich, Peña, Macri) serían apenas el “macrismo marginal”. El problema que tiene Fernández es que si hiciera apenas una parte menor de lo que proponemos, en un segundo se caería el verso de que se puede salir de esta crisis de salud y económica “todos juntos”.
Los macristas del “ala blanda”, los que “hacen equipo” con este gobierno, empezando por Larreta y Jorge Macri, vienen del gobierno de Macri, con quien comparten el haber sido los mejores y más directos representantes y defensores de los intereses de los multimillonarios nacionales, de las transnacionales imperialistas y de los buitres del capital financiero internacional. No han cambiado; simplemente están agazapados “civilizadamente” a la espera de que Fernández se debilite para volver al ataque frontal. Y si él afecta en serio esos intereses, se van a volver a reencontrar en un sólido frente gorila y proimperialista con sus viejos compinches del “macrismo marginal” de los Macri, los Bullrich y los Peña.
Sólo hay “unidad nacional” o “conciliación de clases”, como la llamamos los marxistas, cuando la plata sobra, como sucedió en el primer gobierno de Perón y en parte de los gobiernos kirchneristas. Cuando la economía capitalista entra en crisis, y más aún cuando se combina con un drama de salud como en este caso, no hay “unidad nacional” posible entre explotadores y explotados, entre trabajadores y patrones, entre pobres y multimillonarios.
Pero además de esas fortunas en blanco, los 50 más ricos tienen otra montaña de plata en negro, cuidadosamente oculta en paraísos fiscales. Mano dura sería ir hasta el hueso con lo que está investigando Marcó del Pont sobre las cuentas ocultas en paraísos fiscales, y meter presos por evasores a los verdaderos titulares de esas cuentas hasta que traigan esos dólares al país para que el Estado se quede con ellos.
Hoy está montado un escenario teatral en el que “todos juntos” (el gobierno, los legisladores, los intendentes, los gobernadores, etcétera, del Frente de Todos y de Cambiemos) “trabajan en equipo”, mientras que la llamada “ala dura” del PRO (Patricia Bullrich, Peña, Macri) serían apenas el “macrismo marginal”. El problema que tiene Fernández es que si hiciera apenas una parte menor de lo que proponemos, en un segundo se caería el verso de que se puede salir de esta crisis de salud y económica “todos juntos”.
Los macristas del “ala blanda”, los que “hacen equipo” con este gobierno, empezando por Larreta y Jorge Macri, vienen del gobierno de Macri, con quien comparten el haber sido los mejores y más directos representantes y defensores de los intereses de los multimillonarios nacionales, de las transnacionales imperialistas y de los buitres del capital financiero internacional. No han cambiado; simplemente están agazapados “civilizadamente” a la espera de que Fernández se debilite para volver al ataque frontal. Y si él afecta en serio esos intereses, se van a volver a reencontrar en un sólido frente gorila y proimperialista con sus viejos compinches del “macrismo marginal” de los Macri, los Bullrich y los Peña.
Sólo hay “unidad nacional” o “conciliación de clases”, como la llamamos los marxistas, cuando la plata sobra, como sucedió en el primer gobierno de Perón y en parte de los gobiernos kirchneristas. Cuando la economía capitalista entra en crisis, y más aún cuando se combina con un drama de salud como en este caso, no hay “unidad nacional” posible entre explotadores y explotados, entre trabajadores y patrones, entre pobres y multimillonarios.
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