¿Qué debería haber dicho y hecho una organización que, además de decirse “de izquierda”, proclama que su objetivo es que dejen de gobernar todos los partidos que defienden el sistema capitalista para que el poder pase a manos de los trabajadores y el pueblo? ¿Cuál es su objetivo cuando trata de tener representantes en una cámara o un concejo deliberante?
En primer lugar, en líneas generales, no está allí para apoyar las políticas del gobierno de turno, en este caso del Frente de Todos, porque las medidas que propone jamás atentarán en serio contra el dominio político y económico de la clase capitalista.
Eso no quiere decir que en determinadas circunstancias no vote a favor de alguna medida progresiva, como por ejemplo las vacaciones, el aguinaldo, el voto femenino y otras del primer gobierno de Perón, la del divorcio que planteó el radical Alfonsín o la del aborto que defendieron y probablemente volverán a defender sectores del peronismo junto a sectores de Cambiemos. Un voto que siempre deber ir acompañado de señalar sus limitaciones y plantear que es necesaria la movilización para que esas medidas convertidas en ley se cumplan y vayan más allá.
En la sesión de la Cámara de Diputados, el gobierno hizo una maniobra genial: movilizó con la bandera de luchar contra el gorilaje opositor, que se oponía a que pongan algo de plata los más ricos y a que se votara el presupuesto, y muchos miles de honestos luchadores que quieren defender a los trabajadores y al pueblo pobre y odian al macrismo respondieron a esa convocatoria. ¿Por qué decimos que fue una trampa? Porque demoró largos meses para tratar en el Congreso el “aporte solidario” para tratarlo junto con el presupuesto. De esa manera con una mano le sacaban un poquito de plata a los multimillonarios y con la otra les daban muchísima más plata con un presupuesto de ajuste, hecho a la medida de las exigencias del FMI y de esos mismos multimillonarios de bajar el déficit fiscal a costa de la salud, la educación, los salarios y las jubilaciones, y dejar en la pobreza o directamente en la miseria a la mayoría del pueblo. Un ajuste a favor de los explotadores nacionales y extranjeros que, por otra parte, ya ha venido aplicando, con la complicidad total de la CGT, primero disfrazado de combate al hambre y después, ya sin el menor disimulo, desde que la pandemia le dio la excusa perfecta. Y que en las últimas semanas se volvió cada vez más salvaje, por ejemplo, con la eliminación del IFE y con la propuesta de movilidad jubilatoria, a la que el Senado, bajo la inspiración de Cristina, le podó dos partes que hacían muy evidente el afano a los viejos, pero dejaba en pie lo más importante: no dar el aumento del 20% prometido por Alberto en la campaña electoral ni tampoco actualizar exclusivamente por el costo de vida, única forma de que los jubilados no pierdan poder adquisitivo.
Antes de seguir con el gobierno, es necesario denunciar la propaganda mentirosa de la oposición gorila del PRO, los radicales y Carrió contra el “aporte solidario”. Su “gran argumento” es que, como las acciones en empresas productivas forman parte de esas megafortunas, el “aporte” atenta contra la inversión en la producción, la creación de empleo, etcétera. Desde hace décadas, en la economía capitalista en el país y en el mundo todas las acciones, incluyendo las de las empresas productivas, forman parte de la bicicleta financiera, y por eso el hecho de que una acción suba en la bolsa no significa que la empresa invierta ese dinero en producir más comprando más maquinaria y empleando más trabajadores, ni tampoco el hecho de que la acción baje significa lo contrario. Basta con ver cómo en todo el planeta y también en nuestro país los grandes accionistas son cada vez más ricos y al mismo tiempo bajan los salarios y las jubilaciones y crecen los despidos, la desocupación, los trabajos informales y precarizados, y la marginación de una franja cada vez mayor de la sociedad.
Volvamos a este gobierno. Tampoco es casual que, en busca de la “unidad nacional” entre los explotadores y los que somos explotados, entre la oligarquía industrial, comercial, financiera y terrateniente y los millones de compañeros trabajadores que depositaron su confianza en el Frente de Todos, desde los medios afines al gobierno nos estén dejando sordos con el discurso “contra el odio” que, según ellos, sólo venía del “macrismo marginal”, del cual excluían a Larreta hasta que dejó de sonreír y sacó los colmillos, al que oponían el “amor”. En nuestro país y en todo el mundo, el odio contra los trabajadores y los pobres no es “marginal”, es un odio de clase, el odio de los capitalistas que saben que nos necesitan porque de nuestro trabajo brotan sus ganancias, pero también saben que cada conquista que conseguimos o defendemos y cada peso que pone el estado en los sectores que pueden levantarse en una explosión social si se quedan sin recursos para comer es menos ganancia para ellos. A semejante odio no se le puede responder con amor sino con odio de clase.
Los trabajadores debemos ser conscientes de que la bronca que a cada rato nos provocan los patrones cuando nos dejan en la calle o nos bajan el salario también es odio de clase, y que no debemos dejar de combatir a esas clases enemigas cuando nuestra vida mejora porque a la patronal no lo queda otro remedio que ceder a algunas de nuestras exigencias. Y también es odio de clase nuestra bronca, la bronca de los trabajadores y el pueblo pobre contra los supermillonarios que no quieren pagar el “aporte solidario”.
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Rocca, Bulgheroni, Pérez Companc, Roemmers y Pérez, los cinco más ricos del país |
Nosotros compartimos el descontento que sienten muchos compañeros por los largos meses que demoró el gobierno, en medio de la pandemia, para hacer que el Congreso votara este “aporte”, que es apenas una limosna involuntaria de los máximos ricachones del país, y que no sirve para solucionar la tragedia económica que estamos sufriendo los trabajadores, los jubilados y el pueblo pobre. Desde Punto de Partida venimos denunciando la política del gobierno y proponiendo medidas de fondo para que los recursos para superar la crisis salgan de los bolsillos de los grandes capitalistas. El 10 de abril de este año publicamos un artículo titulado:
Las mentiras de los chupasangre argentinos
El presidente amenaza con que va a aplicar “mano dura”, pero hasta ahora sólo aplica “mano blanda”
Mano dura sería aplicar fuertes impuestos progresivos a las grandes fortunas, las grandes herencias y las grandes ganancias, con los cuales el Estado se quede con la mayor parte de esos 58.000 millones de dólares para destinarlos a financiar la salud pública y el ingreso familiar para todo el pueblo argentino.
Pero además de esas fortunas en blanco, los 50 más ricos tienen otra montaña de plata en negro, cuidadosamente oculta en paraísos fiscales. Mano dura sería ir hasta el hueso con lo que está investigando Marcó del Pont sobre las cuentas ocultas en paraísos fiscales, y meter presos por evasores a los verdaderos titulares de esas cuentas hasta que traigan esos dólares al país para que el Estado se quede con ellos.
De haber tenido un diputado, habríamos votado en contra del presupuesto, aclarando que lo hacíamos por razones opuestas a las del gorilaje de Cambiemos; ellos, porque quieren todavía más ajuste a favor de los oligarcas, y nosotros, porque es un presupuesto de ajuste contra el pueblo. Pero, después de haber dicho todo esto habríamos votado a favor del “aporte solidario”. ¿Por qué?
Porque reconocemos que somos una minúscula minoría del movimiento obrero y popular, que unánimemente quería que los ricachones pusieran plata de su bolsillo y también somos una minúscula minoría de las decenas de miles de luchadores que tratan de defender como pueden a la clase obrera y al pueblo pobre en estas condiciones tan jodidas de pandemia y crisis económica. Nos referimos a la multitud de compañeros, en su gran mayoría mujeres, que militan todo el día tratando de mantener los comedores, a los trabajadores de una terminal automotriz que resisten las violaciones a los protocolos de seguridad por la pandemia y hacen de prepo una batucada en homenaje a Maradona contra la voluntad de la patronal, y también al personal médico y de enfermería que se movilizó contra Larreta, a pesar de que seguramente muchos médicos votaron por él y por Macri.
Porque estamos convencidos de que la única herramienta que tienen los trabajadores y el pueblo para satisfacer sus necesidades, incluso las más elementales, es la movilización, y queremos alertar que ni siquiera la limosna está garantizada por la ley que se votó, porque se puede perder en la Corte Suprema. Y para impedir que esos mandamases de nuestra “Justicia” trucha fallen a favor de los oligarcas, hay que infundirles el terror de que el Palacio de los Tribunales termine incendiado como terminó el Congreso de Guatemala cuando votó un presupuesto de ajuste.
Y fundamentalmente porque queremos acompañar la experiencia de la clase trabajadora y los luchadores obreros y populares para hacerles llegar nuestro mensaje a partir de convertir el odio de clase que brotó con la cuestión del “aporte solidario” en un odio generalizado a los explotadores y a su sistema, el sistema capitalista, sin el cual nuestro objetivo de hacer una revolución socialista es imposible de lograr.
Es hora de que nos olvidemos para siempre de lo que los marxistas llamamos “conciliación de clases”, de esa “armonía entre el capital y el trabajo” que hace 70 años preconizó Perón –y siguen repitiendo los peronistas de hoy, Cristina incluida– y del “capitalismo humano” contra el “capitalismo salvaje” que sermonea el Papa.
El camino de nuestra “izquierda” va en sentido contrario. Hace mucho tiempo que hacen propaganda por el socialismo los días de fiesta pero a la hora de los bifes su mensaje se adapta por completo al cálculo electoral, a no perder esos votantes “progresistas” que odian más a Cristina que a Macri. Por eso decidieron resolver ese problema con la posición más cobarde: la abstención.
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