El capital financiero imperialista refuerza su dominio en la Argentina
Si en esos días se disparaban dardos
envenenados puertas adentro, hacia afuera se lograba que amplios sectores de
trabajadores no percibieran la agudización de la profunda crisis política
abierta en el gobierno. La angustia constante que invade la mayoría de las
familias obreras porque la plata no alcanza también jugó como factor
distractivo.
Para una parte de la población, por ahora,
los recientes cambios no significan más que un intercambio “de figuritas”,
porque Alberto Fernández sigue en el cargo de presidente y la llegada de Massa
al gabinete la ven como un nuevo impulso al plan económico del conjunto del
peronismo, el mismo plan con caras nuevas y más eficacia, y como una última oportunidad
para no terminar en las manos del macrismo. En resumen, para la mayoría
trabajadora hay una débil esperanza para salir de la crisis social y económica
creciente, mientras que para la dirigencia podría servir para no ser barridos
por los votos en 2023, si no antes, por el movimiento de masas. Aunque
persisten las críticas, en muchos casos públicas, de algunos sectores políticos
y sindicales del kirchnerismo tanto contra el albertismo como contra el
massismo, y también contra esta jugada para apagar el fuego, por arriba, en la
dirigencia, los mensajes son de máxima cohesión, por ahora.
El mayor logro es a la vez la mayor debilidad
La ofensiva reaccionaria imperialista y
oligárquica del gobierno de Macri contra las masas trabajadoras, para aplicar su
plan económico de expropiación de los recursos y bienes públicos y de robo a
los ingresos de los asalariados, necesitó del Poder Judicial, la institución
más conservadora y rancia del Estado. También de las embajadas de Estados
Unidos y hasta del Estado de Israel, además de los grupos económicos nacionales
y extranjeros que financiaron el proyecto reaccionario y de saqueo macrista.
Las medidas estaban dirigidas a exterminar
los sindicatos y las banderas peronistas. Con denuncias de corrupción, varios
integrantes del gobierno kirchnerista fueron a parar a la cárcel; se abrieron
procesos contra los dirigentes sociales y sindicales, como Milagros Salas, que
todavía está con cárcel domiciliaria, o Pablo Moyano, que la evitó. Al
canciller Timerman se le impidió viajar a Estados Unidos para tratarse el
cáncer que al final terminó con su vida. Llovieron las amenazas de prisión para
un numeroso sector de empresarios ligados a la obra pública y a los medios de
comunicación, varios de los cuales no pudieron eludirla. Se intentó dejar en
libertad o reducir las penas a los genocidas. El caso más emblemático es el de
CFK y su familia, con procesos judiciales todavía vigentes. El Poder Judicial,
como herramienta al servicio de Macri y de la oligarquía que lo respaldó, también
fue contra los integrantes de ese poder que resistieron, entre ellos numerosos
jueces que fueron obligados a dejar sus cargos vía persecución, o procesos en
su contra.
La respuesta política, a ese golpe
institucional de Juntos por el Cambio, la construyó Cristina. Fue un logro
inusual para una dirigente que nació del riñón de un partido político, el
peronista, en fase terminal.
El Frente de Todos, un entramado político
multisectorial para ganar las elecciones, que abarcó un amplio abanico de corrientes
políticas, sindicales y líderes sociales, se pudo armar debido a la tensión
creciente en la lucha por los recursos del país. La pelea es por todo, desde la
mano de obra, la capacidad industrial instalada, la pampa húmeda y los negocios
del agro, pasando por la extensa Patagonia y la Antártida, las vías navegables,
los recursos naturales, hasta los recursos de pesca, mineros y energéticos, los
servicios y empresas públicos. El FDT es un frente asentado en los grupos
empresarios nacionales que pelean por sus negocios y la apropiación de esos
recursos contra los capitales financieros especulativos imperialistas y sus
agentes en el país, y en esa pelea el peronismo es una herramienta muy útil,
para que bajo las banderas de la justicia social y de soberanía se encolumnen
las masas trabajadoras.
En un sentido, el FDT es un frente único
inédito, porque no se arma detrás de la figura de un Juan Perón o del mito de
Evita, sino que fue articulado por la estrategia de Cristina, remando contra la
corriente y con un Partido Justicialista deshilachado.[*]
Cristina Fernández de Kirchner recupera la
memoria inmediata, la del período 2003-2015, los tres mandatos que sucedieron al
quiebre económico, político y social de 2001, la presidencia de Néstor Kirchner
y los dos períodos de gobierno de Cristina, donde se recuperaron puestos de
trabajo, nivel salarial, la jubilación y las paritarias. En el período
kirchnerista también se enriquecieron los oligarcas y los grupos como Blaquier,
Techint, Arcor, Aluar, Percarmona, Pérez Companc, Loma Negra, Sancor, Acindar, Grupo
Macro, entre otros. Con un contexto mundial y regional que por los precios
altos de las materias primas y gobiernos como el de Chávez, que dio préstamos
cuando nadie lo hacía, cerraron un ciclo de concesiones para los trabajadores.
Las iniciativas políticas de recuperación de soberanía y de poder popular
Desde las implementadas por Rodríguez Saa y
la Asamblea Legislativa con la declaración del default, o sea, el no pago de la
deuda con los acreedores privados del capital financiero imperialista y de los
oligarcas nacionales (2001), y luego, con el pago hecho por Néstor Kirchner
para cubrir el total de la deuda con el FMI, que permitió cerrar el grifo de la
dependencia financiera del país. Además de las concesiones hechas a las masas,
entre ellas la estatización de las AFJP y de YPF, y la recuperación de
Aerolíneas Argentinas, entre las más significativas. Fueron medidas
intolerables para las todas las potencias imperialistas, no solo para Estados
Unidos. Esto lo debían revertir de alguna manera. Por esa razón, a Macri le
ofrecieron los millones de dólares necesarios para que el país no se atreviera
a repetir acciones de desendeudamiento por largo tiempo. Al país no lo bloquearon
como a Cuba, pero lo sancionaron por décadas.
Esta coalición de partidos, gobiernos
provinciales, grupos empresariales, financieros y del agro, de las Pymes, de
los bancos, de los medios de comunicación, con la Iglesia, las centrales
sindicales y la mayoría de las organizaciones sociales que en la actualidad
gobiernan, heredó la mochila más pesada quizás de la historia del país: la
deuda gigantesca con el FMI, con otros organismos internacionales y con
accionistas privados. Resolver este problema de deuda sin hundir a la mayoría
de la población en la pobreza y el hambre es una tarea imposible; la caída de
la etapa Fernández y del albertismo es la primera comprobación.
La continuidad del capitalismo resucita las viejas prácticas coloniales
En Latinoamérica, los regímenes dominantes no
pasaron la prueba de consolidar democracias sólidas; solo alcanzaron una
democracia precaria, débil, tanto de los gobiernos más reaccionarios como de
los progresistas. Gobiernos asediados tanto por los estallidos sociales como
por las ofensivas reaccionarias y golpistas y los lawfare, como por los
bloqueos y sanciones en constante amenaza a su estabilidad.
La continuidad del capitalismo fortaleció las
herramientas de dependencia, no la democracia. Se fortalecieron la libertad de
circulación de capitales, la especulación financiera, la privatización y la
fuga, el hundimiento del valor bursátil de empresas y de bonos, la
desvalorización de las monedas locales, la concentración económica y el
endeudamiento permanente. La debilidad de los gobiernos aumenta en forma
paralela al nivel de pobreza creciente y al sometimiento del país a los
dictados y saqueo imperialistas y del capital financiero internacional y de sus
socios las oligarquías nacionales.
En la Argentina, la debilidad de origen del
gobierno del FDT fue la designación como presidente de Alberto Fernández, un
abogado trencero aporteñado sin “poder territorial” propio, para que usara “la
lapicera” que le da la Constitución Nacional para hacerse cargo de la mochila
de la deuda con el FMI y los costos de cumplir con los pagos sin que estallaran
las masas de forma violenta como en 2001. Debilidad que se manifestó en la
derrota sufrida en la elección de medio término (octubre de 2021) con la
pérdida de casi 4 millones de votos, gran parte de los cuales se esfumaron en
la provincia de Buenos Aires, el bastión electoral del peronismo. En esa
situación, no logró superar más pruebas, después de la tragedia mundial de la
pandemia no pudo con el aumento del precio internacional de la energía por la
guerra en Ucrania. Esa debilidad y las contradicciones crecientes entre
facciones internas, produjo un golpe palaciego reaccionario y preventivo,
dirigida por el ala conservadora del FDT, representada por la liga de los
gobernadores, Massa y su partido el Frente Renovador, en acuerdo con CFK.
Este giro reaccionario fue presentado, mejor
dicho “camuflado”, como una salida política que fortalece al gobierno para
aplicar medidas que controlen la inflación, defiendan el peso contra los
proyectos dolarizadores y que, a la vez, posibilitaría ubicar al FDT en la
carrera electoral. Si la jugada de Massa le permite al gobierno del FDT ir a
más a fondo en el ajuste, se debe fundamentalmente porque los dirigentes
sindicales, políticos y sociales de la clase obrera y de los sectores más
pobres y excluidos de la sociedad, los que no tienen cobertura social y pasan
hambre, están unidos por la bandera política de la CONCILIACIÓN DE CLASES.
Esto, que parece vetusto, es el cáncer que se
expandió en la conciencia de la clase obrera desde que nació el peronismo y que
se profundizó por el decisivo peso que ha tenido en la Argentina la influencia
de las burocracias sindicales, y a partir de los años 90, del conjunto de las
direcciones políticas de la clase obrera a nivel mundial.
La mayoría de la dirigencia sindical y
política de los trabajadores niega en su discurso la existencia misma de las
clases, y a medida que avanzó la crisis crónica capitalista la acción de esos
líderes fue en la dirección opuesta a las necesidades de quienes representan y
cada vez más al servicio de las prebendas, privilegios y/o negocios que
encuentran en los despachos de la burguesía. Por esa razón, también, penetra
cada vez más el sermón de la Iglesia, que reclama resignación y ofrece consuelo
en el Cielo, no soluciones de fondo para los más pobres ni, menos aún, los
convoca a la autorganización y la lucha independiente y sin cuartel, porque
para la burocracia clerical la explotación debería tolerarse a cambio de
migajas patronales y beneficencia estatal, no combatirla.
Desde las alas más de izquierda del FDT
denuncian el “odio” de la oposición, y reducen toda crítica al aspecto
peligroso, salvaje, violento, no civilizado ni “democrático” del odio. Y le
oponen el “amor”, el “diálogo” y el “consenso” para lograr la “paz social” como
garantía de la democracia.
Defienden las libertades de los que se
apropian de los recursos, la negociación cuando están en juego los intereses de
la clase obrera, que son irreconciliables con los de los grupos monopólicos, la
patronal, sus gobiernos y el imperialismo.
La clase obrera necesita independencia
política y libertad para organizarse, y una unidad férrea para conquistar sus
intereses históricos con la lucha más encarnizada, que solo puede triunfar si
se odia a esos enemigos.
A estos dirigentes sindicales, líderes
políticos y sociales los une la bandera de lucha contra un enemigo confuso y a la
vez difuso: el PODER REA L= PODER CONCENTRADO, sin diferenciar las verdaderas
facciones de la burguesía dominante porque, de esa manera, bajo la etiqueta
general de “empresarios” camuflan a los agentes de la banca (como el
grupo Macro o el grupo Manzano-Vila) y de las finanzas, de la economía
concentrada en manos de los monopolios imperialistas y nacionales y los agentes
de la embajada norteamericana que pertenecen al gobierno del FDT.
Las diferencias entre los sectores del FDT se
manifiestan en las luchas por el poder territorial, electoral o sindical y por el
control de las “cajas” del estado nacional, provincial y municipal.
En la época de descomposición capitalista, se retoman las tendencias más antiguas
En el período de surgimiento del capitalismo,
la conquista de América por los españoles y los portugueses significó un
verdadero genocidio de la población aborigen y de los negros africanos, y un
fenómeno similar se dio en la época de decadencia, con el genocidio de judíos,
eslavos y otras “razas inferiores” por Hitler. En la actualidad, la política de
las potencias imperialistas lideradas por los yanquis consiste en transformar
en colonias a las naciones, nacionalidades y pueblos en todo el mundo bajo la
bandera de la “democracia”. Por las buenas, si se someten pacíficamente a su
dominio político, militar y económico. Por las malas, recurren abiertamente a
su verdadera política internacional, que es fascista, bombardeos,
invasiones y guerras, como en Yugoslavia, Irak, Afganistán, Yemen, Siria,
Libia, etcétera.
Esto lo hicieron siempre; lo nuevo es que
para desinformar, mentir y manipular ideológica y políticamente a las masas
asalariadas y populares, ahora se han sumado gigantescos recursos tecnológicos
como Internet, los celulares, y las redes. Todo al servicio de que los
trabajadores y el pueblo pobre no vean la necesidad de encarar las tareas
urgentes:
1. recuperar la unidad con los sectores sociales
más explotados, y con los desplazados del sistema;
2. recuperar las organizaciones sindicales y
sociales para la lucha intransigente contra el enemigo, el poder burgués;
3. intervenir en la acción parlamentaria para denunciar la cueva de negocios, bandidos, prebendas, sobornos y privilegios que son las instituciones llamadas “democráticas”: Poder Judicial, Senado, Cámara de Diputados, Legislaturas, intendencias, gobiernos.
En la Argentina no es la primera vez que se llega a una crisis de esta magnitud, en 2001 las condiciones sociales del pueblo se deterioraban todos los días de forma creciente como en la actualidad, no por casualidad se hizo clamor el “que se vayan todos”, lo que efectivamente ocurrió en la semana de los cinco presidentes, pero después “todos” volvieron. Hoy esa misma consigna la levantan las hordas de grupos de la derecha más rancia, que no dejan de crecer en el mundo, porque si hay capitalismo, también el nazismo está a la vuelta de la esquina si no es detenido por el movimiento de masas.
El FDT, reconoce que el “poder real” no está en la Casa de Gobierno ni en ninguna de sus “instituciones republicanas” sino en las grandes empresas industriales, comerciales y financieras: Asociación Empresaria Argentina (AEA), que controla a la UIA; Sociedad Rural, que controla a la Mesa de Enlace; Asociación de Bancos de la Argentina (ABA), que agrupa a los bancos extranjeros; Asociación de Bancos Privados de Capital Argentino (ADEBA); Cámara de Comercio, y unas más.Pero, ese poder real solo puede ser disputado de forma intransigente por la decisión de lucha y la organización de la clase obrera y sus clases aliadas para conquistar “la democracia de los músculos y de los nervios”, o sea: el derecho al trabajo, al ocio, al techo, a la educación y a la salud. Para lograrla hay que destruir el sistema de explotación capitalista-imperialista. Es la única manera de alcanzar la verdadera democracia, la democracia obrera.
La revolución socialista no es una utopía, es una necesidad cada día más imperiosa para salvar a la humanidad de la barbarie o el holocausto nuclear. Mientras ese camino de lucha no sea retomado por los explotados, la apropiación por parte de la burguesía no tiene límites, tampoco las políticas de guerra y exterminio.
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