MASSA AL MANDO DE LA ECONOMÍA

El capital financiero imperialista refuerza su dominio en la Argentina 


A Perón y a nuestro pueblo les ha tocado la desgracia del imperialismo capitalista.
Lo he visto de cerca en sus miserias y crímenes.
Se dice defensor de la justicia mientras extiende las garras de su rapiña sobre los bienes de todos los pueblos sometidos a su omnipotencia…
Pero más abominables aún que los imperialistas son las oligarquías nacionales que se entregan vendiendo y a veces regalando por monedas o por sonrisas la felicidad de sus pueblos.

Eva Perón


Cayó el gobierno de Alberto Fernández, pero esta vez el denso tejido político peronista, construido por CFK, amortiguó la caída. La liga de gobernadores, junto a sectores patronales de las ramas financiera, industrial y de la agroindustria, y a los dirigentes de las fracciones políticas (Frente Renovador, La Cámpora, kirchneristas y distintas corrientes del PJ), con consultas a sindicalistas y líderes sociales, que conforman el FDT, conjuraron la crisis de gobierno, de tal manera que las 48 horas más críticas pasaron casi desapercibidas para un amplio sector de la clase obrera.

Si en esos días se disparaban dardos envenenados puertas adentro, hacia afuera se lograba que amplios sectores de trabajadores no percibieran la agudización de la profunda crisis política abierta en el gobierno. La angustia constante que invade la mayoría de las familias obreras porque la plata no alcanza también jugó como factor distractivo.

Para una parte de la población, por ahora, los recientes cambios no significan más que un intercambio “de figuritas”, porque Alberto Fernández sigue en el cargo de presidente y la llegada de Massa al gabinete la ven como un nuevo impulso al plan económico del conjunto del peronismo, el mismo plan con caras nuevas y más eficacia, y como una última oportunidad para no terminar en las manos del macrismo. En resumen, para la mayoría trabajadora hay una débil esperanza para salir de la crisis social y económica creciente, mientras que para la dirigencia podría servir para no ser barridos por los votos en 2023, si no antes, por el movimiento de masas. Aunque persisten las críticas, en muchos casos públicas, de algunos sectores políticos y sindicales del kirchnerismo tanto contra el albertismo como contra el massismo, y también contra esta jugada para apagar el fuego, por arriba, en la dirigencia, los mensajes son de máxima cohesión, por ahora.

El mayor logro es a la vez la mayor debilidad

La ofensiva reaccionaria imperialista y oligárquica del gobierno de Macri contra las masas trabajadoras, para aplicar su plan económico de expropiación de los recursos y bienes públicos y de robo a los ingresos de los asalariados, necesitó del Poder Judicial, la institución más conservadora y rancia del Estado. También de las embajadas de Estados Unidos y hasta del Estado de Israel, además de los grupos económicos nacionales y extranjeros que financiaron el proyecto reaccionario y de saqueo macrista.

Las medidas estaban dirigidas a exterminar los sindicatos y las banderas peronistas. Con denuncias de corrupción, varios integrantes del gobierno kirchnerista fueron a parar a la cárcel; se abrieron procesos contra los dirigentes sociales y sindicales, como Milagros Salas, que todavía está con cárcel domiciliaria, o Pablo Moyano, que la evitó. Al canciller Timerman se le impidió viajar a Estados Unidos para tratarse el cáncer que al final terminó con su vida. Llovieron las amenazas de prisión para un numeroso sector de empresarios ligados a la obra pública y a los medios de comunicación, varios de los cuales no pudieron eludirla. Se intentó dejar en libertad o reducir las penas a los genocidas. El caso más emblemático es el de CFK y su familia, con procesos judiciales todavía vigentes. El Poder Judicial, como herramienta al servicio de Macri y de la oligarquía que lo respaldó, también fue contra los integrantes de ese poder que resistieron, entre ellos numerosos jueces que fueron obligados a dejar sus cargos vía persecución, o procesos en su contra.

La respuesta política, a ese golpe institucional de Juntos por el Cambio, la construyó Cristina. Fue un logro inusual para una dirigente que nació del riñón de un partido político, el peronista, en fase terminal.

El Frente de Todos, un entramado político multisectorial para ganar las elecciones, que abarcó un amplio abanico de corrientes políticas, sindicales y líderes sociales, se pudo armar debido a la tensión creciente en la lucha por los recursos del país. La pelea es por todo, desde la mano de obra, la capacidad industrial instalada, la pampa húmeda y los negocios del agro, pasando por la extensa Patagonia y la Antártida, las vías navegables, los recursos naturales, hasta los recursos de pesca, mineros y energéticos, los servicios y empresas públicos. El FDT es un frente asentado en los grupos empresarios nacionales que pelean por sus negocios y la apropiación de esos recursos contra los capitales financieros especulativos imperialistas y sus agentes en el país, y en esa pelea el peronismo es una herramienta muy útil, para que bajo las banderas de la justicia social y de soberanía se encolumnen las masas trabajadoras.

En un sentido, el FDT es un frente único inédito, porque no se arma detrás de la figura de un Juan Perón o del mito de Evita, sino que fue articulado por la estrategia de Cristina, remando contra la corriente y con un Partido Justicialista deshilachado.[*]

Cristina Fernández de Kirchner recupera la memoria inmediata, la del período 2003-2015, los tres mandatos que sucedieron al quiebre económico, político y social de 2001, la presidencia de Néstor Kirchner y los dos períodos de gobierno de Cristina, donde se recuperaron puestos de trabajo, nivel salarial, la jubilación y las paritarias. En el período kirchnerista también se enriquecieron los oligarcas y los grupos como Blaquier, Techint, Arcor, Aluar, Percarmona, Pérez Companc, Loma Negra, Sancor, Acindar, Grupo Macro, entre otros. Con un contexto mundial y regional que por los precios altos de las materias primas y gobiernos como el de Chávez, que dio préstamos cuando nadie lo hacía, cerraron un ciclo de concesiones para los trabajadores.

Las iniciativas políticas de recuperación de soberanía y de poder popular

Desde las implementadas por Rodríguez Saa y la Asamblea Legislativa con la declaración del default, o sea, el no pago de la deuda con los acreedores privados del capital financiero imperialista y de los oligarcas nacionales (2001), y luego, con el pago hecho por Néstor Kirchner para cubrir el total de la deuda con el FMI, que permitió cerrar el grifo de la dependencia financiera del país. Además de las concesiones hechas a las masas, entre ellas la estatización de las AFJP y de YPF, y la recuperación de Aerolíneas Argentinas, entre las más significativas. Fueron medidas intolerables para las todas las potencias imperialistas, no solo para Estados Unidos. Esto lo debían revertir de alguna manera. Por esa razón, a Macri le ofrecieron los millones de dólares necesarios para que el país no se atreviera a repetir acciones de desendeudamiento por largo tiempo. Al país no lo bloquearon como a Cuba, pero lo sancionaron por décadas.

Esta coalición de partidos, gobiernos provinciales, grupos empresariales, financieros y del agro, de las Pymes, de los bancos, de los medios de comunicación, con la Iglesia, las centrales sindicales y la mayoría de las organizaciones sociales que en la actualidad gobiernan, heredó la mochila más pesada quizás de la historia del país: la deuda gigantesca con el FMI, con otros organismos internacionales y con accionistas privados. Resolver este problema de deuda sin hundir a la mayoría de la población en la pobreza y el hambre es una tarea imposible; la caída de la etapa Fernández y del albertismo es la primera comprobación.

La continuidad del capitalismo resucita las viejas prácticas coloniales

En Latinoamérica, los regímenes dominantes no pasaron la prueba de consolidar democracias sólidas; solo alcanzaron una democracia precaria, débil, tanto de los gobiernos más reaccionarios como de los progresistas. Gobiernos asediados tanto por los estallidos sociales como por las ofensivas reaccionarias y golpistas y los lawfare, como por los bloqueos y sanciones en constante amenaza a su estabilidad.

La continuidad del capitalismo fortaleció las herramientas de dependencia, no la democracia. Se fortalecieron la libertad de circulación de capitales, la especulación financiera, la privatización y la fuga, el hundimiento del valor bursátil de empresas y de bonos, la desvalorización de las monedas locales, la concentración económica y el endeudamiento permanente. La debilidad de los gobiernos aumenta en forma paralela al nivel de pobreza creciente y al sometimiento del país a los dictados y saqueo imperialistas y del capital financiero internacional y de sus socios las oligarquías nacionales.

En la Argentina, la debilidad de origen del gobierno del FDT fue la designación como presidente de Alberto Fernández, un abogado trencero aporteñado sin “poder territorial” propio, para que usara “la lapicera” que le da la Constitución Nacional para hacerse cargo de la mochila de la deuda con el FMI y los costos de cumplir con los pagos sin que estallaran las masas de forma violenta como en 2001. Debilidad que se manifestó en la derrota sufrida en la elección de medio término (octubre de 2021) con la pérdida de casi 4 millones de votos, gran parte de los cuales se esfumaron en la provincia de Buenos Aires, el bastión electoral del peronismo. En esa situación, no logró superar más pruebas, después de la tragedia mundial de la pandemia no pudo con el aumento del precio internacional de la energía por la guerra en Ucrania. Esa debilidad y las contradicciones crecientes entre facciones internas, produjo un golpe palaciego reaccionario y preventivo, dirigida por el ala conservadora del FDT, representada por la liga de los gobernadores, Massa y su partido el Frente Renovador, en acuerdo con CFK.

Este giro reaccionario fue presentado, mejor dicho “camuflado”, como una salida política que fortalece al gobierno para aplicar medidas que controlen la inflación, defiendan el peso contra los proyectos dolarizadores y que, a la vez, posibilitaría ubicar al FDT en la carrera electoral. Si la jugada de Massa le permite al gobierno del FDT ir a más a fondo en el ajuste, se debe fundamentalmente porque los dirigentes sindicales, políticos y sociales de la clase obrera y de los sectores más pobres y excluidos de la sociedad, los que no tienen cobertura social y pasan hambre, están unidos por la bandera política de la CONCILIACIÓN DE CLASES.

Esto, que parece vetusto, es el cáncer que se expandió en la conciencia de la clase obrera desde que nació el peronismo y que se profundizó por el decisivo peso que ha tenido en la Argentina la influencia de las burocracias sindicales, y a partir de los años 90, del conjunto de las direcciones políticas de la clase obrera a nivel mundial.

La mayoría de la dirigencia sindical y política de los trabajadores niega en su discurso la existencia misma de las clases, y a medida que avanzó la crisis crónica capitalista la acción de esos líderes fue en la dirección opuesta a las necesidades de quienes representan y cada vez más al servicio de las prebendas, privilegios y/o negocios que encuentran en los despachos de la burguesía. Por esa razón, también, penetra cada vez más el sermón de la Iglesia, que reclama resignación y ofrece consuelo en el Cielo, no soluciones de fondo para los más pobres ni, menos aún, los convoca a la autorganización y la lucha independiente y sin cuartel, porque para la burocracia clerical la explotación debería tolerarse a cambio de migajas patronales y beneficencia estatal, no combatirla.

Desde las alas más de izquierda del FDT denuncian el “odio” de la oposición, y reducen toda crítica al aspecto peligroso, salvaje, violento, no civilizado ni “democrático” del odio. Y le oponen el “amor”, el “diálogo” y el “consenso” para lograr la “paz social” como garantía de la democracia.

Defienden las libertades de los que se apropian de los recursos, la negociación cuando están en juego los intereses de la clase obrera, que son irreconciliables con los de los grupos monopólicos, la patronal, sus gobiernos y el imperialismo.

La clase obrera necesita independencia política y libertad para organizarse, y una unidad férrea para conquistar sus intereses históricos con la lucha más encarnizada, que solo puede triunfar si se odia a esos enemigos.

A estos dirigentes sindicales, líderes políticos y sociales los une la bandera de lucha contra un enemigo confuso y a la vez difuso: el PODER REA L= PODER CONCENTRADO, sin diferenciar las verdaderas facciones de la burguesía dominante porque, de esa manera, bajo la etiqueta general de “empresarios” camuflan a los agentes de la banca (como el grupo Macro o el grupo Manzano-Vila) y de las finanzas, de la economía concentrada en manos de los monopolios imperialistas y nacionales y los agentes de la embajada norteamericana que pertenecen al gobierno del FDT.

Las diferencias entre los sectores del FDT se manifiestan en las luchas por el poder territorial, electoral o sindical y por el control de las “cajas” del estado nacional, provincial y municipal.

En la época de descomposición capitalista, se retoman las tendencias más antiguas

En el período de surgimiento del capitalismo, la conquista de América por los españoles y los portugueses significó un verdadero genocidio de la población aborigen y de los negros africanos, y un fenómeno similar se dio en la época de decadencia, con el genocidio de judíos, eslavos y otras “razas inferiores” por Hitler. En la actualidad, la política de las potencias imperialistas lideradas por los yanquis consiste en transformar en colonias a las naciones, nacionalidades y pueblos en todo el mundo bajo la bandera de la “democracia”. Por las buenas, si se someten pacíficamente a su dominio político, militar y económico. Por las malas, recurren abiertamente a su verdadera política internacional, que es fascista, bombardeos, invasiones y guerras, como en Yugoslavia, Irak, Afganistán, Yemen, Siria, Libia, etcétera.

Esto lo hicieron siempre; lo nuevo es que para desinformar, mentir y manipular ideológica y políticamente a las masas asalariadas y populares, ahora se han sumado gigantescos recursos tecnológicos como Internet, los celulares, y las redes. Todo al servicio de que los trabajadores y el pueblo pobre no vean la necesidad de encarar las tareas urgentes:

1.   recuperar la unidad con los sectores sociales más explotados, y con los desplazados del sistema;

2.   recuperar las organizaciones sindicales y sociales para la lucha intransigente contra el enemigo, el poder burgués;

3.   intervenir en la acción parlamentaria para denunciar la cueva de negocios, bandidos, prebendas, sobornos y privilegios que son las instituciones llamadas “democráticas”: Poder Judicial, Senado, Cámara de Diputados, Legislaturas, intendencias, gobiernos. 

En la Argentina no es la primera vez que se llega a una crisis de esta magnitud, en 2001 las condiciones sociales del pueblo se deterioraban todos los días de forma creciente como en la actualidad, no por casualidad se hizo clamor el “que se vayan todos”, lo que efectivamente ocurrió en la semana de los cinco presidentes, pero después “todos” volvieron. Hoy esa misma consigna la levantan las hordas de grupos de la derecha más rancia, que no dejan de crecer en el mundo, porque si hay capitalismo, también el nazismo está a la vuelta de la esquina si no es detenido por el movimiento de masas.

El FDT, reconoce que el “poder real” no está en la Casa de Gobierno ni en ninguna de sus “instituciones republicanas” sino en las grandes empresas industriales, comerciales y financieras: Asociación Empresaria Argentina (AEA), que controla a la UIA; Sociedad Rural, que controla a la Mesa de Enlace; Asociación de Bancos de la Argentina (ABA), que agrupa a los bancos extranjeros; Asociación de Bancos Privados de Capital Argentino (ADEBA); Cámara de Comercio, y unas más.

Pero, ese poder real solo puede ser disputado de forma intransigente por la decisión de lucha y la organización de la clase obrera y sus clases aliadas para conquistar “la democracia de los músculos y de los nervios”, o sea: el derecho al trabajo, al ocio, al techo, a la educación y a la salud. Para lograrla hay que destruir el sistema de explotación capitalista-imperialista. Es la única manera de alcanzar la verdadera democracia, la democracia obrera.

La revolución socialista no es una utopía, es una necesidad cada día más imperiosa para salvar a la humanidad de la barbarie o el holocausto nuclear. Mientras ese camino de lucha no sea retomado por los explotados, la apropiación por parte de la burguesía no tiene límites, tampoco las políticas de guerra y exterminio.

* El peronismo de Perón inició su caída en su último gobierno, y se desbarrancó después del Rodrigazo, López Rega e Isabelita, perdió las elecciones en 1983, y fundamentalmente después del menemismo, período en el que se ejecutó la mayor expropiación de recursos soberanos y servicios públicos, que quedaron en manos del capital financiero e imperialista, en nuestra historia, sin necesidad de un golpe de Estado. La patada final la recibió en 2001, cuando las masas tomaron en sus manos la resolución de la crisis social, política y económica de la Argentina.

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