Massa en la misma senda del FMI: saqueo de recursos, semicolonización del país y esclavización salarial
El nuevo
ministro de Economía, Sergio Massa, no encuentra tiempo ni forma de resolver el
problema social de millones de argentinos a los cuales su salario no les
permite cubrir todos los gastos de un mes, porque lo ocupan y preocupan las
reuniones en los salones del edificio del ministerio, de las embajadas y de los
hoteles más sofisticados de CABA, donde se reúne con empresarios, un selecto
grupo de oligarcas, financistas y banqueros, mientras programa su viaje a
Estados Unidos para presentarse ante sus amos del norte.
Su
ministerio recauda los dólares para las reservas del Banco Central, mientras
sus secretarios corren por los pasillos cubiertos de carpetas, por donde asoman
gráficos y cuadros presupuestarios, para demostrar que sus decisiones están
basadas en una correcta contabilidad, en un perfecto “orden”, donde no se puede
gastar lo que no se tiene, etcétera, etcétera. Lo más importante es que el FMI
acepte sus cuentas, y como buen alumno le llevará el programa de quita de
subsidios a la energía, un nuevo golpe al bolsillo de los asalariados, porque
el nombre real es TARIFAZO en los precios de la energía.
En realidad
nada nuevo… pero todo peor para las masas trabajadoras y populares, porque la
inflación no afloja, los aumentos de la energía sumarán más leña al fuego, y
cuando se apagan las luces de las cámaras que persiguen la noticia, se
comprueba que solo se anunció un nuevo ajuste, que cada aumento del salario se
va por el tobogán de los precios y tarifas cada vez más altos y que cada
familia trabajadora inicia un nuevo día con las dificultades e incertidumbres
agigantadas.
Para disfrazar el aumento de tarifas de los servicios, al nuevo ajuste lo llama “segmentación”. No les alcanza con aumentar los alimentos todas las semanas; los dueños de las empresas de energía también reclaman lo suyo y el FMI no quiere que se financie ese bien fundamental (energía y agua) con fondos del Estado.
¿Cómo se
presenta este nuevo aumento? Como distribución del pago de la energía de
acuerdo al poder adquisitivo.
Pero la
verdad es otra, en primer lugar, para que los super-ricos no se vean de la
noche a la mañana sorprendidos con tarifas diez o más veces elevadas, después
de haberse beneficiado con tarifas regaladas, con un consumo cotidiano de
familias como los Blaquier, Roca, Roemmers, Bulgheroni, Pérez Companc, Brito,
Braun, Macri, Dujovne, etcétera, que contempla desde la climatización de sus piscinas
y calderas hasta la iluminación de sus numerosas y ampulosas mansiones y
parques. Además de ser escalonada, la quita de subsidios se distribuye en
millones de hogares, donde el gasto de esos magnates se licúa. Por ejemplo,
sería importante conocer a cuántas manzanas de barrios obreros y a cuantas de
viviendas de clase media equivale el consumo de una sola de esas familias.
Como ese
consumo de los más ricos, que el Estado no subsidiará más, no puede convertirse
en un gasto gigantesco para esas “ilustres familias” (que a la vez pertenecen
al poder real del que se lamenta el gobierno), el trabajo del ministro es
repartirlo en millones de familias sin que se note. Un plan que no pudo aplicar
Guzmán, y terminó en su renuncia.
Con seguridad, la otra preocupación de Massa es no perjudicar el negocio de los empresarios en general y de sus padrinos políticos y financieros, en particular Vila, Manzano y la familia Brito; los dos primeros son propietarios de Edenor, una de las empresas de distribución de energía en la zona más rica de la Argentina. La propiedad de empresas de servicios es uno de los emprendimientos privados más fructíferos de las últimas décadas, que además cuenta con una clientela cautiva, que es toda la población. En fin, el negocio es redondo.
El objetivo
del gobierno, con el nuevo ministro Massa como ejecutor de esta llamada
“segmentación de las tarifas”, es el siguiente:
1. Quitar en forma progresiva la totalidad
de los subsidios bajo el pretexto de que el Estado financiaba con fondos
públicos los lujos de una minoría acaudalada. La total quita de subsidios es
una de las exigencias del FMI.
2. Que tampoco recaiga en la minoría
privilegiada de la sociedad, los más ricos, el mayor peso del gasto de energía:
más “equitativo” es distribuir ese gasto entre ellos y los millones de
trabajadores empobrecidos.
Este plan de
segmentación de tarifas, presentado como un plan de justicia donde los hogares
de bajos ingresos mantendrían su tarifa social, también esconde el hecho
fundamental de que el agua, la electricidad y el gas son servicios esenciales
para la vida humana, como lo son los alimentos, la salud y la educación, que
millones de trabajadores cada día perderán en calidad y posibilidad de
sostenerlos con sus salarios.
Por esa
razón, porque la electricidad, el gas y el agua son imprescindibles para la
vida humana, es que en la mayoría de los países se subsidia, aunque sea de
forma parcial. Macron, el presidente de Francia, acaba de estatizar la energía
para lograr un plan a largo plazo de producción y costos racionales, y para
defender la autonomía energética de su país. También como medida preventiva en
medio del tembladeral provocado por la guerra en Ucrania. En Argentina solo el
agua está estatizada, pero Malena Galmarini (presidenta de AySA y esposa de
Massa) también va a “actualizar” y “segmentar” las tarifas. Y nadie del
gobierno ni de la oposición propone hacer con el gas y la luz lo mismo que hizo
Macron, estatizar esos servicios “por razones de utilidad pública”, como se
hace, por ejemplo, con tierras privadas necesarias para construir una
autopista. Conclusión: para esta gente la vida humana no tiene ninguna
“utilidad pública”.
Cuando Menem
privatizó la producción, distribución y comercialización de la energía, dio un
paso decisivo en la pérdida de soberanía y de planificación nacional, que nunca
fue revertido. Pasaron gobiernos radicales (De la Rúa), peronistas
(kirchneristas, macristas/radicales y el actual), y estos servicios nunca
volvieron al Estado. Además, en manos privadas y de las provincias, lo único
que se logró es el estancamiento de obras fundamentales para hacer llegar esos
servicios adonde la población los necesita; las inversiones se focalizan donde
la densidad de población y el poder adquisitivo garantizan la renta de los
empresarios.
En Chile
(uno de los más privatistas de latinoamérica) nunca se perdió la totalidad de
la propiedad estatal de las minas de cobre; en Bolivia se nacionalizó la
explotación de hidrocarburos y la explotación de las minas, incluidas las de
litio. En cambio, en Argentina, a los yacimientos nuevos como el de Vaca Muerta
en Neuquén, con incalculables reservas de gas, los han convertido en el negocio
con abultadas ganancias de inversores extranjeros (que aportaron tecnología y
capitales) y de grupos empresarios nacionales. A la población solo le quedan
los costos cada vez más altos por igual consumo.
A esta
decisión de quita progresiva de subsidios hasta eliminarlos la “camuflan”,
además, como una medida para el uso racional de la energía y del agua. Un coro de
lacayos bien pagos (economistas, periodistas, consultoras) comenzó a
interpretar melódicas alusiones al uso irresponsable del agua, que en varias
regiones del país ni siquiera llega potabilizada a los hogares, y que en
algunos barrios a pocos metros de la Plaza de Mayo no acceden al agua sino es
con baldes, como sucedió en Villa 31 en medio de la pandemia.
Pero entre
los verdaderos objetivos que encierra esta segmentación están los privilegios
intocables de los más ricos: cómo hacer, sin dejar de cumplir las exigencias
del FMI, para que no les llegue el plan de ahorro energético ni las
incomodidades que eso supondría, y menos que menos que un aumento en las
tarifas pueda afectarlos o molestarlos mientras, a la vez, los propietarios de
las empresas mantengan su negocio tan redituable como hasta ahora.
Esta forma
de camuflar las ventajas que se les ofrecen a los más ricos está probada con el
IVA, un impuesto al consumo que explica más de la mitad de la recaudación, que
pagan por igual los ricos y los pobres, y que es absolutamente injusto, basado
en el mismo criterio: que el peso del gasto del Estado no recaiga en la minoría
super-rica que se apropia de las riquezas del país, sino en la inmensa mayoría
de los que menos tienen.
Aunque ahora
lo disfracen, y por unos meses no se perciba el aumento real de los gastos de
luz, agua y gas, en el futuro será cada vez peor para los asalariados, porque
el plan es retirar la totalidad de los subsidios del Estado, quedando a merced
de los aumentos descontrolados de los dueños de esas empresas que producen la
energía y que ya celebran de antemano las futuras ventas al exterior del gas, y
por lo tanto, al igual que el precio de la carne o del trigo, deberemos pagar a
valor dólar.
El plan del
Frente de Todos sigue su curso: saqueo, saqueo y más saqueo; concentración en
pocas manos de los negocios más rentables y el consecuente enriquecimiento de
una minoría, cada día con más poder para intervenir en los asuntos del Estado.
¿El nuevo
ministro, reparará en las decenas de miles de trabajadores que comenzaron a
salir a la calle para reclamar por su derecho a comer, como ya lo hicieron los
miles de docentes acompañados de familias y estudiantes que cubrieron las
calles de Mendoza, los miles de estatales en Jujuy, o los movimientos sociales
y trabajadores que, convocados por la CGT y les guste o no a sus dirigentes,
cubrieron las avenidas más anchas del centro de la Ciudad de Buenos Aires para
expresar su profundo descontento?
A los
funcionarios amantes del “orden fiscal”, ¿les importa que los servicios todavía
no cumplan con mínimos estándares para brindar electricidad sin cortes, y que
las empresas ni siquiera construyan las obras necesarias para la distribución
del agua, las cloacas o el gas en los barrios obreros y populares?
¿Qué piensa
el gobierno sobre la vida en los conurbanos de las grandes ciudades, donde ni
el Estado nacional ni los gobiernos provinciales, incluida la provincia de
Buenos Aires, destinan los fondos necesarios en los tiempos urgentes que se
necesitaría para la construcción de las viviendas y para la infraestructura de
servicios?
Nosotros
opinamos que no está en los planes del gobierno hacer concesiones más allá de
las limosnas que prepara para tratar de evitar posibles tormentas sociales.
Solo el
terror a la movilización de masas, aquello que los funcionarios denominan
“poner en peligro la paz social”, puede encarrilar en algo la agenda del
gobierno, conformado por un nuevo Ejecutivo de tres cabezas: Fernández, Massa y
CFK.
Menos todavía
podemos esperar de los gobernadores, que ni piensan apartarse de los salones de
la oligarquía, de la banca, del capital financiero internacional y de las
embajadas, fundamentalmente de la de Estados Unidos, mientras se frotan las
manos esperando las regalías por la explotación del subsuelo.
Ni siquiera
les preocupa una escalada en la guerra que se desarrolla en Ucrania, y que
mantiene al mundo en vilo, por el peligro de una guerra nuclear. Al contrario,
el presidente consorte Alberto Fernández, en la reunión de la CELAC, se refirió
a las oportunidades que la situación mundial abierta por la guerra abre para
los países de América latina y el Caribe. No se refirió a los peligros que
asoman por las amenazas de recesiones en las potencias imperialistas y en
China, por la inflación que sufren los europeos y por los altos precios del
petróleo o del gas. En sus expresiones públicas Alberto Fernández no solo
expresa cinismo sino también irresponsabilidad. Es un primer mandatario sordo,
cobarde e incapaz para enfrentar los graves problemas sociales del país, y con
un oído entrenado solo para escuchar a los adulones que lo rodean y que digitan
voluntades. Por eso para él si los países de la región cuentan con recursos
como los minerales, los alimentos y la energía, el mensaje esperanzador es para
ese grupo minoritario de la burguesía nacional y que recibe oportunidades de
negocios del Estado, para los monopolios extranjeros que esperan como aves de
rapiña apropiarse de los recursos y para los empresarios que se llenan los
bolsillos a costa de la esclavización salarial de millones de trabajadores.
Después de
todo, durante la primera y segunda guerras mundiales, muchos negocios
prosperaron en la región y en el territorio europeo, epicentro de la masacre de
más de 50 millones de personas entre civiles y militares.
En cambio,
el embajador de los Estados Unidos en la Argentina no es tan optimista por la
situación que enfrenta el mundo Por eso presionó en público al gobierno y a la
oposición para que peronistas y macristas formen ya mismo una coalición para
gobernar desde 2023. Estados Unidos necesita definiciones rápidas para un plan
estratégico de saqueo y endeudamiento, no recetas de corto plazo, ni quiere
esperar agendas electorales. La situación del mundo y de la hegemonía del amo
norteamericano están en juego, y los lazos de dependencia deben reafirmarse y
consolidarse. Si es por las buenas, facilitaría los negocios y las inversiones.
Pero si fuera necesario, también por las malas; el pueblo conoce a la
perfección que al colonialismo imperialista no le tiembla la mano para recurrir
a métodos genocidas para establecerse y prosperar.
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