Contra los formadores de precio y en defensa del salario
El dato: la
inflación de julio es la más alta desde 2002, lo cual significa que el robo a
los asalariados sufre la peor ofensiva en su contra desde esa fecha.
Durante lo peor de
la pandemia los trabajadores indispensables no dejaron la fábrica,
ni la producción
y venta de alimentos ni el transporte ni la recolección de residuos; los de la
salud arriesgaron sus vidas y, al igual que los docentes, restaron horas al
descanso, y en los barrios más carenciados fueron miles los compañeros –la
mayoría mujeres– que a sus actividades sumaron las tareas de atender la
emergencia sanitaria. Quedó demostrado que los abanderados del espíritu de
solidaridad, de sacrificio y de entereza son los mismos de siempre: la clase trabajadora.
De esa férrea
disciplina demostrada para dar batalla al COVID nadie habla.
El momento que
vuelve prioritaria la fuerte disciplina de la clase trabajadora para
organizarse en la lucha, para oponer una fuerza unificada contra las exigencias
del FMI y al afán de ganancias de los grupos monopólicos y del capital
financiero nacional e internacional. Necesitamos una HUELGA GENERAL, que
iniciaría el camino para derrotar a los oligarcas de la industria, el comercio,
el agro y la especulación financiera, encabezada por los bancos. Y también, a
los intentos desestabilizadores de la derecha y a toda la politiquería basura
que reina en el conjunto de las instituciones del poder estatal.
Pero en vez de una
dirigencia al servicio de las necesidades del conjunto de la clase trabajadora
y de la soberanía del país, que lidere una pelea intransigente, solo contamos
con la capitulación de la CGT, que divide fuerzas, favoreciendo la
fragmentación del movimiento obrero de forma permanente. Una dirigencia cada
vez más en crisis y con diferencias que se acentúan. Por esa razón, para
organizar una movilización como la del 17 de agosto, no hay acuerdo ni siquiera
en las consignas. Aunque ningún sector de los dirigentes dice que la marcha es
contra el gobierno, hay sectores que exigen un aumento por decreto y
convocan a marchar contra los formadores de precios, y otros hacen
intentos de última hora para levantarla, como pretendió el dirigente
sindical-patronal Omar Maturano, que declaró que “al marchar contra los
formadores de precios se termina favoreciendo la lucha de clases”.
Los trabajadores
sabemos que cuando los explotadores se hacen más ricos y los trabajadores más
pobres, eso es lucha de clases por la apropiación de la riqueza que
nosotros producimos, una lucha que estamos perdiendo, y que vamos a perder con
Massa al mando de la economía, como lo demuestran sus primeras medidas que,
como dijo Grabois, fueron para beneficiar a los grandes capitalistas nacionales
y extranjeros y pagarle al FMI, y ninguna a favor de la clase obrera y el
pueblo pobre. Y ni hablar de lo que pasaría si el gorilaje de Cambiemos
volviera al poder.
La convocatoria de la dirigencia sindical a movilizarse el 17 sufre las consecuencias de la crisis de la dirigencia del Frente de Todos, que está tan deshilachada como lo están los responsables políticos del gobierno, una crisis motivada por aplicar un plan de recortes al bolsillo y a las condiciones de vida de los trabajadores para cumplir con las metas del FMI, mientras dicen hacer lo contrario.
Está en nuestras
manos lograr que la situación cambie 180 grados, si damos una respuesta
contundente, de combate más feroz que la de nuestros enemigos. Para eso
debemos incidir en las contradicciones y diferencias dentro de la dirigencia de
la CGT, concurriendo a la marcha para expresar la necesidad urgente de un
decreto para aumentar los salarios, de tomar medidas contra los formadores de
precios, para detenerlos y no esperar los ineficientes acuerdos propuestos por
el nuevo secretario de Comercio, Tombolini, de quien Pablo Moyano dijo que era
“un inútil”.
Tratar de que
estas dos consignas resuenen fuerte en la marcha de la CGT sería solo un mínimo
primer paso. Pero no podemos sentarnos a esperar que los dirigentes sindicales
vayan más allá. Los trabajadores debemos organizarnos para luchar como se hizo
para dar batalla contra el COVID, desde las fábricas, desde los barrios, desde
los hospitales, desde las escuelas, desde los sindicatos. Hay que construir unidad
entre los trabajadores formales que tienen sindicatos más fuertes, con los más
débiles, entre los efectivos, los contratados, los tercerizados, los
monotributistas y los jubilados, y también con los compañeros organizados en
los movimientos sociales, con los trabajadores de las cooperativas, etc.,
porque si no lo detenemos, el ataque contra los trabajadores se profundizará.
Los trabajadores
debemos retomar la iniciativa de lucha intransigente para imponer un programa
de salida a la crisis social y económica. En ese camino, la convocatoria de la
CGT es una oportunidad para iniciar la pelea, que no será fácil. La dirigencia
va a continuar tejiendo sus acuerdos con la patronal, la iglesia y los
funcionarios del gobierno, pero su crisis abre puertas para que los
trabajadores presionemos, incidamos y tomemos en nuestras manos el camino de la
movilización y de la combatividad. La fuerza de las masas movilizadas debe
imponerse a los enemigos que sustentan el poder económico, monopólico y
financiero al servicio del imperialismo y de sus bolsillos.
Hay que exigir en los lugares de trabajo dónde hay delegados que se llamé a asamblea y se vote ir o no el 17 y con que consignas. Dónde no se pueda hacer asamblea hablar con los compañeros y ponernos de acuerdo sobre concurrir.
ResponderEliminarEl eje es discutir en los lugares de trabajo la medida que convoca la CGT.