Hebe cambió de casa
El pasado 20 de noviembre la Asociación de Madres de Plaza de Mayo, al anunciar la muerte de su presidenta, adoptó la forma particular que ella empleaba para comunicar la partida de las compañeras de lucha que la precedieron con un “… cambió de casa”.
Hebe era consciente de que los 45 años de titánica y persistente tarea de las Madres había convertido esa lucha en un ejemplo universal.
Todas las líderes de las agrupaciones existentes en la actualidad supieron organizarse en los inicios y en el marco de la represión del régimen, como un sólido y aguerrido grupo de lucha contra los crímenes de lesa humanidad que se cometían durante la dictadura militar. Un destacamento que no bajó los brazos cuando fueron por ellas: Azucena Villaflor, una de las madres fundadoras, fue secuestrada, torturada y asesinada durante esos años mientras buscaba a su hijo y a su nuera. En esta oportunidad, para darle el adiós a Hebe, se unieron nuevamente desde los mensajes para reivindicar el camino seguido por cada una y por todas.
Nora Cortiñas, la titular de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, expresó: “Cada Madre hicimos en conjunto el colectivo más impresionante que vivió hasta ahora el mundo de los derechos humanos. Un colectivo de mujeres que solo estábamos acostumbradas a cocinar, atender la familia y mandar los chicos al colegio y de golpe nos pasó esto”;
Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, la recordó con estas palabras: “Personas así llenan la historia…”, “[Hebe] fue una mujer reconocida por el mundo entero, que se dedicó a pregonar la necesidad de la condena a los responsables”.
Hebe sucede a una lista de madres que ya no están, que con su historia personal a cuestas se unieron en el coraje de una batalla inclaudicable por el derecho a la vida, la verdad y la justicia por los miles de jóvenes obreros, líderes sindicales, militantes políticos, estudiantes, artistas, científicos, periodistas, docentes, curas y monjas desaparecidos, arrojados al mar, fusilados, presos, torturados y perseguidos por la sangrienta dictadura militar entre los años 1976-1983. Siempre unidas en una lucha que no dieron por finalizada con la conquista de la democracia a comienzos de la década de 1980, ni con los juicios contra los genocidas ni con la recuperación de la identidad de cientos de nietos apropiados, ni con los espacios para la Memoria, porque los derechos a una vida digna no solo no se recuperaron para millones de argentinos, de niños y familias trabajadoras que sufren hambre, sino que la inflación, las crisis y la desesperación se volvieron moneda corriente.
Las batallas por la defensa y recuperación de derechos expropiados por los gobiernos constitucionales a las mayorías trabajadoras, que beneficiaron a una minoría cada vez más rica y al imperialismo vía el endeudamiento con los organismos de crédito –como el FMI, el Banco Mundial o el Club de París– la tuvo como protagonista a Hebe de Bonafini. Encabezó movilizaciones, convocó a puebladas, y en las rondas de Plaza de Mayo compartió el micrófono con los luchadores. Hebe no solo no abandonó la pelea, sino que puso su experiencia, fortaleza y su organización al servicio de las más jóvenes víctimas de la brutalidad policial, de los trabajadores en huelga en el país y en el mundo, de los movimientos sociales, de las luchas en Latinoamérica. Y algo que la distinguió de muchos “progresistas”, “izquierdistas” y “demócratas” del país y del mundo: su antiimperialismo consecuente.
Hebe y la Asociación que ella presidió crearon espacios para la formación política y el debate, para ofrecer la más amplia solidaridad y para la libre expresión cultural y artística. Convocaron a líderes políticos y sociales de la región y del mundo, para comprometerlos en sus campañas políticas de denuncia y de combate contra el crecimiento de las lacras propias del sistema capitalista: la desnutrición, el trabajo infantil, la esclavitud laboral, la represión policial, los barrios populares sin agua ni servicios, los ríos y suelos contaminados…
Las Madres abrazaron cada una de las luchas, y por eso estaban ahí ese jueves 20 de diciembre de 2001, cuando en su ronda en una Plaza Mayo inundada por los gases, enfrentaron de pie la represión violenta del gobierno de De la Rúa, que asesinó a decenas de jóvenes.
Hebe se convirtió en la única líder política que enfrentó la hipocresía y el cinismo sin mediaciones. Y gritó verdades, que sin su voz se hubieran ocultado debajo de las alfombras de los despachos de los legisladores, funcionarios y jueces. Fueron las Madres quienes parieron derechos y pelearon contra la minoría que se los apropiaba, sin importar lo poderosa que esta fuera.
Las ideas de Hebe de Bonafini molestaron mucho, por eso pretendieron primero ensuciarlas y en estos días borrarlas junto a su figura: aquellos que se atrincheran detrás del dolor por su muerte para dar batalla, dispararon apenas conocieron la noticia.
En medio de la confusión política, la atomización de las luchas, el sálvese quien pueda y la profunda crisis económica-social que se vive en la Argentina, la reacción se fortalece y avanza en sus campañas de calumnias y mentiras. Hasta se alimentan con el intento de asesinato fallido a la vicepresidenta de la Nación para sacar provecho de la barbarie, en una demostración ostentosa de odio a las libertades públicas, a cualquier institución del régimen político que conceda algún beneficio a los reclamos de las mayorías, y apoyo incondicional a toda medida de la “justicia” en beneficio de los explotadores y de persecución a dirigentes políticos, sindicales y sociales “molestos”.
Estamos en una situación de grandes dificultades para las masas trabajadoras, y por eso la voz de Hebe cada jueves en la Plaza, la voz de la lucha férrea contra el enemigo de clase, la voz de quien llama a las cosas por su nombre, la voz de la verdad de lo que ocurre, la voz que denuncia cada claudicación y entrega al amo imperialista y al FMI, cada barbarie militar de la OTAN, cada brote de la reacción, cada injusticia… esa voz no se debe apagar.
La legítima aspiración de Hebe debe continuar en pie para fortalecer la conciencia social de las ideas, las palabras y los símbolos de la resistencia heroica contra la dictadura genocida, convertida en bandera de lucha contra el poder económico, financiero y político que lidera la explotación capitalista, el hambre, la desocupación y la opresión de las masas trabajadoras en Argentina y el mundo.
Una bandera que Hebe entregó en las manos de la clase trabajadora, de los jóvenes y de los pueblos oprimidos.
Compañera Hebe
Hasta la victoria, siempre!!!
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