¡ES EL COLONIALISMO FINANCIERO, ESTUPIDO!


“It’s the economy, stupid” (“Es la economía, estúpido”) fue la frase de la campaña electoral de 1992 de Bill Clinton, que lo ayudó a centrarse en los problemas que más preocupaban al trabajador estadounidense; eso lo hizo popular y lo llevó al triunfo.

Cuando se explica la decadencia argentina sin definir el problema fundamental que la llevó al lugar donde cayó, valdría esta respuesta ¡Es el colonialismo financiero, estúpido!

Sin embargo, de eso no se habla. La madre de todas las desgracias del país y de los trabajadores y el pueblo pobre, que es la dependencia económica, política e institucional, consolidada con los últimos acuerdos de pagos de la deuda externa con el FMI, no sale de la boca de los dirigentes políticos y sindicales, la gran mayoría de los cuales, peronistas incluidos (con la única y honrosa excepción de quienes, encabezados por Máximo Kirchner, lo rechazó), votó por “honrar” (o sea, cumplir) el acuerdo con el FMI contraído por Macri en 2018.

Desde entonces, todos los gobiernos, incluido el último peronista, dijeron perseguir un logro imposible de alcanzar: cumplir con los pagos de la deuda externa y, a la vez, solucionar los problemas de la pobreza y la inflación. Y así llegamos al país actual, con más del 45% de pobres, inflación anual del 200% y más de un 20% mensual. Ahora Milei dice que esos problemas se terminan si se deja “al mercado” resolverlos, pero eso es mentira porque los planes del FMI son inflacionarios y la pobreza es irremediable porque la genera el mercado.

Esta deuda con el FMI fue denunciada de forma pública como un fraude al país. La paga el pueblo argentino, hipotecado por varias generaciones. Los 45 mil millones de dólares prestados salieron de las arcas del Tesoro y del Banco Central y por mecanismos financieros llegaron a los bolsillos de una minoría de apropiadores nacionales y extranjeros, dueños de monopolios de la energía, la agroindustria, los alimentos, los bancos, y los depositaron fuera del país. Sus nombres fueron denunciados de forma pública.

Esa deuda y los compromisos de pago determinan la profundidad del saqueo y vasallaje colonial a las que están sometidos los trabajadores y el pueblo.

¡Y todavía van por más! El tristemente famoso economista Domingo Cavallo brinda asesoramiento al novato y mercader Javier Milei, a quien “la casta” política, legislativa, judicial y comunicacional se ocupa por mantener a flote en la dirección de un gobierno que camina por la cornisa del desconcierto y la guerra declarada contra los trabajadores y las mayorías populares. ¿Qué recomienda Cavallo? Un mayor sometimiento a costa de eliminar por tiempo indeterminado cualquier posibilidad de desarrollo productivo autónomo, para encaminar la economía hacia la dolarización, bajo el pretexto de terminar con la inflación y estabilizar la economía.

Cavallo no convoca solamente a dinamitar el Banco Central, quiere eliminar la Constitución Nacional. Entregan Malvinas y el país entero, desde la Quiaca hasta Tierra del Fuego. Esta es la síntesis de los planes discutidos a corto, mediano y largo plazo, donde la ley ómnibus, el DNU y el correspondiente capítulo fiscal son simples engranajes de una máquina de destrucción de gran parte de la economía argentina que todavía sobrevive.

El FMI quiere cobrar su deuda desangrando fundamentalmente a la mayoría trabajadora y pobre, en primer lugar, a los jubilados, y abriendo las puertas al saqueo. Otros organismos, como el Banco Mundial, probablemente dedicará alguna plata a rescatar a la población que “se caiga”. Mientras el FMI hace de policía malo, esos organismos actúan como el policía bueno, que corre en auxilio de esos problemas sociales que inevitablemente se producen, los llamados “daños colaterales” de la guerra. El Banco Mundial ayuda a prevenir situaciones incontrolables para el dominio de la burguesía, como son los estallidos sociales, y actúa para tratar de salvar a los gobiernos de todo el mundo de esos peligros.

Los planes sociales constituyen la “justicia social del siglo XXI”; son el arma para paliar algo las miserias y hambrunas, y a la vez sirven para el control social. La beneficencia y la caridad de las iglesias más los programas de asistencia social de los gobiernos nacionales constituyen, junto a los planes del Banco Mundial, las herramientas del plan imperialista para contener el crecimiento de las luchas sociales, políticas e insurreccionales de los trabajadores en todo el mundo bajo un sistema que no hace más que crear megafortunas por un lado y miseria en el otro, a costa de desechar mano de obra, aumentar el parasitismo, el derroche, la industria militar y la destrucción del medio ambiente.

Después de décadas de implementación de planes sociales, ante una mayor crisis social y humanitaria, no vacilarán también en convertir áreas de la República Argentina en verdaderos campos de refugiados de todos aquellos que se queden sin recursos ni futuro y no quieran o puedan emigrar.



El mercader Javier Milei ya se reunió con BlackRock

BlackRock es el mayor fondo de inversión del planeta y su potencia económico-financiera es la tercera del mundo, solo por detrás de los Estados Unidos y China. Larry Fink, el CEO de BlackRock, ya tiene en sus manos el menú de empresas, tierras y recursos que podrá comprar a precio de oferta. Como escribe Leandro Renou en Página12,

“es el propio Milei el que lleva esa agenda de privatizaciones a cada una de las reuniones con hombres de negocios.”

Los llamados “hombres de negocios”, verdaderos piratas financieros imperialistas, desde Elon Musk, de Tesla, a Sean Rad, el dueño de Tinder, ya están cómodamente ubicados para el remate del patrimonio nacional y del Fondo de Sustentabilidad de los jubilados, dirigidos por el mercachifle Milei y su ladero Macri. E intervienen y negocian, por medio de sus agentes en el gobierno, en la confección de la ley ómnibus y el DNU para imponer una legislación a medida.

Los inversores más exitosos del mundo financiero dicen preferir la compra de activos subvaluados por el mercado; entonces, ¡qué mejor oportunidad puede existir que una Argentina endeudada y sin capacidad de cumplir con los pagos de la deuda, y en medio de una recesión!

BlackRock se convertirá en un símbolo de la venta del país. No estrena con Milei, porque ya apostó en activos nacionales y según Renou, tiene participación accionaria en Newco, empresa de explotación del litio; es dueño de casi el 6 por ciento de YPF, y mantiene posiciones accionarias en Tenaris, Banco Galicia, Macro, Telecom, Pampa Energía y Mercado Libre.



¡¡¡La Argentina no se vende!!!

Es la consigna de guerra de las masas populares en las calles. Los reclamos salariales, las jubilaciones, el cierre de empresas, de comercios, el achicamiento del Estado, la desinversión del estado en obras públicas, energía, comunicaciones, salud, cultura, educación y ciencia, están unidos por un solo grito ¡La Argentina no se vende!

Después de Menem-Cavallo-De la Rúa los trabajadores prevean las consecuencias de aplicar las recetas de los años 90. Tan rápido como Milei desató su guerra contra los ingresos de los trabajadores y de la clase media, igual de rápido la clase obrera y las masas populares iniciaron su contraofensiva y tomaron las calles.

El camino de la negociación con el FMI, de la conciliación con el poder monopólico económico nacional y extranjero, y de las oposiciones “dialoguistas”, “responsables”, “defensoras de la gobernabilidad”, no solo mostró a un rejunte de cínicos para regatear sus partes de la torta del país en venta, también demostró su fracaso, como se ve en estos días en el Congreso, la institución más “democrática” de la democracia capitalista.

La tradición de lucha y de organización obrera encendió los motores. Porque este camino, en cambio, dejó enseñanzas y conquistas: por un lado, la organización, expresada en la larga tradición de los sindicatos (a pesar de sus direcciones burocráticas), de los movimientos sociales y de los organismos formados alrededor de los comedores, en los barrios populares, los clubes de barrio culturales y deportivos, los centros de jubilados, las asambleas de autoconvocados y barriales, los centros de estudiantes, las cooperativas populares, las fábricas y empresas autogestionadas, los organismos de derechos humanos, las Madres, Abuelas, HIJOS, etcétera. Por el otro, la fuerza monolítica de la clase obrera en su decisión de combate, la práctica en el enfrentamiento contra las fuerzas represivas, el eludir a las provocaciones de la cana e identificar a los infiltrados y provocadores enviados, por ejemplo, por el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, a los que se suma al entrenamiento de los jóvenes de las barriadas más humildes y de las hinchadas de fútbol, víctimas del acoso, la represión y la discriminación de la policía y las llamadas “fuerzas del orden”.

Por último, los trabajadores también aprendieron que el supuesto conocimiento de Patricia Bullrich sobre el problema de la “seguridad” se resume a su odio de clase. Destina millones de pesos a reprimir la protesta social con sus megaoperativos donde se derrochan gas pimienta, horas extras y balas de goma, pero “NO HAY PLATA” para garantizar la seguridad de los barrios del conurbano ni para la seguridad en las provincias.

La defensa a la protesta social no se discute, se conquista. Es un derecho que no solo está escrito en las páginas de la Constitución, también exige su defensa en el combate callejero.

Bajo la bandera de La Argentina no se vende, los sindicatos y los organismos que surjan al calor de la movilización sumaremos la fuerza y la sabiduría de la clase trabajadora para llevar la lucha a la victoria, con un triunfo histórico para el país: no pagarle un solo dólar más al FMI, desconocer el acuerdo firmado con él y echarlo del país.

Sobran las razones para poner estas banderas al frente de la lucha obrera y popular. No se puede aceptar que se pague esta deuda, que es un fraude, con el hambre y la miseria de la mayoría del pueblo. No se puede aceptar como legítima la deuda con un organismo que avaló un préstamo a la medida de la reelección del expresidente Macri y que se paga a costa del pueblo argentino.

Los yanquis dicen que Estados Unidos no es imperialista como eran los viejos imperios europeos que conquistaban territorios e imponían virreyes. En cierto sentido dicen la verdad, ellos invaden y destruyen países enteros, pero no nombran virreyes sino que los colonizan con gobiernos títeres y bases militares, o bien les alcanza con convertirlos en colonias financieras. El FMI se ha convertido en la herramienta privilegiada del “colonialismo financiero” de las potencias imperialistas dirigido por los Estados Unidos. Desde hace décadas, con el objetivo de someter países, sobornar funcionarios de las “democracias” capitalistas para abrirle de par en par las puertas al capital financiero, el amo del Norte ha demostrado la eficacia de sus organismos de crédito.

La situación de crisis social y económica exige discutir ya una salida política y un plan económico de los trabajadores y las masas populares, un plan de rescate del país de las manos de los monopolios económicos nacionales y extranjeros y del capital financiero internacional, o sea, un plan opuesto al de los piratas nacionales y extranjeros, y sus lacayos serviles de la política y la justicia.

Nuestro país, cuya crisis económica y social es profundísima, y que se ha hecho muy conocido internacionalmente por “el experimento Milei”, puede convertirse en un promotor de primera línea de una campaña mundial de denuncia contra el FMI por su papel en la destrucción de la estructura estatal de los países atrasados, sin necesidad de invadirlos militarmente y con el objetivo de su completa colonización financiera.

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