La revolución Bolchevique y su incidencia en el arte

Por: Dahlia Rodríguez

La Revolución Bolchevique de 1917 significó el triunfo de una clase que, durante décadas, había sido explotada y oprimida por el zarismo y la burguesía; significó el triunfo del proletariado ruso y sus aliadas, las masas campesinas, y con éste la esperanza del proletariado mundial de liberarse de sus opresores y explotadores. Tras el triunfo de las masas rusas se instauró, por primera vez en la historia, un Estado Obrero, iniciando así un nuevo capítulo en la historia de Rusia con el que finaliza las hambrunas, las epidemias, la pobreza, la explotación y, en general, las condiciones miserables a las que el pueblo ruso había estado sometido por siglos; y con el que se inicia, entre otras cosas, grandes transformaciones artísticas y culturales que contribuyeron al desarrollo y al avance de la entonces atrasada Rusia. De este modo, tal como lo señalaría Lenin, la revolución liberó las fuerzas que antes se encontraban subyugadas al capitalismo y las llevó a la superficie de la vida. Veamos, entonces, cuáles fueron aquellas fuerzas, en cuanto al arte respecta, que la revolución trasladó a la superficie de la vida.

EMERGE UNA NUEVA FUERZA CREADORA, LIBRE DE LOS LÍMITES BURGUESES

Previamente al triunfo de la insurrección de octubre, el proletariado y el gigante campesinado ruso, como en muchos otros aspectos, eran clases desposeídas artística y culturalmente, pues sólo la burguesía podía acceder a la educación, al arte, la ciencia y la cultura, de ahí que éstas estuvieran sumergidas en un atraso cultural y su gran mayoría fueran analfabetas. En cuanto a los artistas, su actividad creadora se veía limitada por la producción capitalista en la medida que caía bajo las leyes de la producción mercantil. De este modo, antes de la Revolución de Octubre de 1917, el arte y la cultura debían responder a unas condiciones particulares –sociales, económicas, políticas, etc.– establecidas por el capitalismo, la burguesía y la aristocracia.

El atraso cultural y la coacción artística no durarían mucho tiempo, pues tras el triunfo insurreccional de las masas rusas el Partido Bolchevique, bajo la dirección de Lenin y Trotsky, se plantea como una de sus grandes tareas instruir al pueblo ruso:

Mientras que en Moscú hay unas diez mil personas, pongamos por caso, y mañana otras diez mil, que se entusiasman viendo en el teatro un brillante espectáculo, millones de personas aprenden a escribir letra por letra su nombre y a contar, empiezan a asimilar la cultura que les enseñe que la Tierra es esférica, y no plana, y que el mundo lo rigen las leyes de la naturaleza y no las brujas y los brujos junto con el ‘padre celestial’[1].

De esta manera, como primera medida, al pueblo ruso se les enseña a escribir y a leer. En dicha labor de instrucción, planteada por los dirigentes del Partido Bolchevique, el arte adquiere un sentido relevante, puesto que, para aquellos, al igual que para los artistas de las vanguardias, debía transformarse. No obstante, la transformación del arte para los artistas difería de la de Lenin y Trotsky, pues, por su parte, los artistas, al sentir el mismo entusiasmo que la revolución despierta en la clase obrera, deseaban transformar el arte poniéndolo al servicio de la nueva sociedad, al servicio de las masas, es así que se proponen unir el arte con la vida; mientras que para Lenin y Trotsky era más importante la transformación del arte “como acción específica, y priorizaba su acción inmediata como trasmisor ideológico y como educador de las masas”[2].

Empero, a pesar de esta divergencia, entre otras, los artistas y las diversas tendencias artísticas tenían la libertad de expresar sus propuestas y planteamientos en torno al arte y la cultura:

Nuestra concepción marxista del condicionamiento social objetivo del arte y de su utilidad social no significa en absoluto, cuando se habla en términos políticos, un deseo de dominación del arte por medio de órdenes y decretos. Es falso decir que para nosotros sólo es nuevo y revolucionario el arte que habla del obrero, y es absurdo pretender que nosotros exigimos a los poetas que describan exclusivamente las chimeneas de una fábrica o una insurrección contra el capital[3].

Tanto para Lenin como para Trotsky, se trataba de apropiar críticamente los mayores avances y conquistas culturales de la humanidad de todas las épocas, ponerlos al servicio de la educación del pueblo, y la posibilidad de una nueva cultura socialista o proletaria era algo que sólo podría advenir después, con el triunfo de la revolución mundial y la maduración de las conquistas sociales en varias generaciones.

Por más que los grandes dirigentes de la revolución tenían sus propias consideraciones sobre el arte y su función social, abogaron por la más amplia libertad de creación y expresión, al tiempo que aseguraron las condiciones materiales para que los artistas se expresaran como quisieran, la propaganda maliciosa que atribuye a estos las atrocidades totalitarias del arte oficial y del Realismo socialista – aberración impuesta después, con la contrarrevolución dirigida por el estalinismo-, no es más que otra de tantas campañas de falsificación que ocultan a la humanidad que no hubo momento de mayor libertad y expresión artística, científica y cultural como el de los primeros años de la revolución de Octubre, bajo el régimen Leninista:

Identificando inquebrantablemente el contenido social de clase de las corrientes literarias, el partido, en general, no puede, ni mucho menos, maniatarse con la adhesión a una orientación cualquiera en el terreno de la forma literaria. Y al dirigir la literatura en su conjunto, no puede apoyar a una fracción cualquiera de la literatura (clasificando esas fracciones por la diferencia de criterios sobre la forma y el estilo […]. Por eso el partido se debe manifestar en pro de la libre emulación de las diversas agrupaciones y corrientes en este campo. Toda otra solución sería una pseudo-solución oficinescoburocrática[4].

Es así que, por primera vez, la creación artística se encuentra libre del yugo del capitalismo. Al abolir la propiedad privada, se elimina uno de los mayores inconvenientes al florecimiento de la creación artística –la propiedad privada de los medios de producción y de cambio–. El hombre puede desplegar todas sus capacidades humanas a través del arte, éste ya no se encuentra condicionado a las limitaciones que le imponía el modo de producción capitalista:

En la sociedad basada en la propiedad privada, el artista produce mercancías para el mercado, necesita compradores. Nuestra revolución ha liberado a los artistas del yugo de esas condiciones tan prosaicas. Todo artista, todo el que se considere artista, tiene derecho a crear libremente según su ideal sin depender de nada[5].

En ese sentido, la Revolución de Octubre abrió una etapa nueva para la humanidad, estimulando el deseo de renovación cultural y artística que se encontraba encaminada a la refuncionalización del arte hacía la vida social. Así, florecieron todo tipo de tendencias artísticas y se abrieron infinidad de polémicas entre agrupaciones de artistas –conocidas con el nombre de vanguardias artísticas– tales como el formalismo, funcionalismo, futurismo, suprematismo, constructivismo, simbolismo, fuismo, rayonismo, realismo; los Hermanos de Serapión, el LEF –Frente de Izquierda de las Artes–, Sota de Oro, OSA –Asociación de Arquitectos Modernos–, Na Postú y el mismo Prolet-Kult, entre muchas otras. Así pues, la idea a la cual aspiraban estas tendencias y vanguardias artísticas de una nueva cultura, un arte nuevo, de unir el arte con la vida, se hizo posible gracias al momento de trasformación económica, social y política que había traído la Revolución.

Las vanguardias rusas tuvieron la posibilidad de hacer realidad sus más inimaginables realizaciones estéticas, como ninguna otra pudo hacerlo en ningún otro lugar del mundo, pues tanto en París, como en Berlín o Nueva York, el arte siguió preso del régimen mercantil; todo esto, al mismo tiempo que pudieron establecer una relación nueva con el pueblo, llevando su arte a todos lados. Fueron estas condiciones excepcionales las que permitieron que se generaran desarrollos sin precedentes, que se anticiparan a hallazgos que llegaron mucho después a otros lugares del mundo, ante todo en lo que tiene que ver con el diseño -gráfico e industrial- y la arquitectura, puestos al servicio de conquistar condiciones de bienestar y confort para todo el pueblo. Así llegaron a ser un gran referente para sus colegas en todo el mundo y fue por eso que su intercambio y colaboración con ellos posibilitó el momento más alto del florecimiento artístico en la historia moderna.

Los artistas, entonces, llevaron el arte a las calles, convirtieron las calles de Moscú y de Rusia en general en una fiesta artística, con el propósito de acerarlo a las masas e instruirlas. Así, por ejemplo, ilustradores y artistas de la talla de David Burliuk, colgaron sus cuadros en lo alto de sus casas; los realistas y cubistas llenaron de pinturas las estaciones y los vagones del tren y las paredes de todas las ciudades; los estudiantes de la Escuela de Bellas Artes cubrieron las paredes de las casas con pinturas suprematistas; las plazas y los conjuntos arquitectónicos se convirtieron en escenarios en donde militares, obreros, marineros, actores y espectadores, actuaban. Así pues, los artistas, tal como lo señalaría Maiakovski, “convirtieron las calles en sus pinceles y las plazas en sus paletas”.

De esta manera, la experiencia de la Revolución de Octubre, durante sus primeros años, hace posible un florecimiento artístico que predomina como en ningún otro lugar en el mundo y en ningún momento de la historia humana. La revolución trae consigo una extraordinaria efervescencia artística que permite la libertad de creación, la unión del arte con la vida, un proceso de experimentación, un ambiente de debate y pluralismo sin igual, en el cual se da paso a distintas concepciones sobre el arte y su relación con la sociedad; todo esto respaldado por el Estado y dirigido por los mismos artistas. La revolución, entonces, permite que el hombre y que el artista, particularmente, despliegue toda su capacidad creativa y por primera vez lo realice libremente; así como también, permite que el pueblo ruso, que hasta antes de la revolución se encontraba inmerso en el analfabetismo, sin la posibilidad de acceder a la cultura y al arte, y subyugado a las imposiciones de la burguesía y del capitalismo; se instruya, conozca y acceda a todo tipo de expresiones artísticas y culturales que permitieron el desarrollo y el avance del pueblo ruso. Como bien lo diría Trotsky: “todas estas conquistas [sumadas las conquistas económicas, política y sociales] “son innegables triunfos de la Revolución de Octubre”[6]; triunfos y conquistas que, con la contrarrevolución estalinista, padecieron un gran retroceso.

[1] Mosquera, G. Octubre el intento de unir el arte con la vida. En “El diseño se definió en Octubre. Editorial Arte y Literatura, 1989, pág. 149.
[2] Ibídem, pág. 147.
[3] Trotsky, L. Literatura y revolución. Ediciones Crux, 1989, pág. 118.
[4] Mosquera, G. Octubre el intento de unir el arte con la vida. En “El diseño se definió en Octubre. Editorial Arte y Literatura, 1989, p. 151.
[5] Ibídem, pág. 138.
[6] Trotsky, L. Literatura y revolución. Ediciones Crux, 1989, pág. 19.

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