La revolución socialista y el desarrollo de las fuerzas productivas como desencadenante del progreso científico
Por: Aura Romero, David Medina y Julián Vásquez
León Trotsky, expresó en el Programa de Transición que, “La premisa económica de la revolución proletaria ha llegado hace mucho tiempo al punto más alto que le sea dado alcanzar bajo el capitalismo. Las fuerzas productivas de la humanidad han cesado de crecer”[1]. Con estas palabras se sostenía que la sociedad capitalista ya no garantizaba el progreso humano sino, todo lo contrario, lo limitaba y lo llevaba a un punto de estancamiento, donde se agudizaba la contradicción entre desarrollar las fuerzas productivas al servicio de las necesidades humanas o sostener las relaciones de producción y explotación (trabajo-capital), al servicio de las ganancias privadas. Desde luego, el capitalismo no puede sino acrecentar esta contradicción, y de forma muy elocuente, la Primera Guerra Mundial, una guerra de rapiña imperialista constató que, si bien la ciencia (un componente de las fuerzas productivas) se había desarrollado a un punto muy alto, no era precisamente al servicio de la humanidad, sino al servicio de los intereses belicistas de las naciones enfrentadas. La destrucción de vidas humanas era la expresión de una sociedad decadente que estaba llevando a la humanidad a la barbarie. Por eso, para la Revolución Socialista era un imperativo liberar las fuerzas productivas de los intereses del lucro privado y ponerlas en función del desarrollo humano.
Al triunfar la Revolución, una de las primeras medidas era colectivizar los campos y las industrias en función de la elevación del nivel de vida de sus habitantes. Sin embargo, como lo decía Trotsky, en su texto, la Revolución Permanente del año 1929:
Las proporciones y el empuje de la colectivización no solo se hallan determinados por la voluntad de un Gobierno, sino que dependen en última instancia de los factores económicos: de la altura a que se halle el nivel económico del país, de las relaciones entre la industria y la agricultura y, por consiguiente, de los recursos técnicos de esta última’’. Es decir, en la medida que se transformara la estructura económica y social de la vieja Rusia zarista y se desarrollara la industrialización, que era el resorte propulsor de la cultura moderna y, por ello, la única base concebible del socialismo, se estarían construyendo los cimientos para la elevación sistemática del nivel material de vida de la clase trabajadora, al tiempo que se podrían empezar a cosechar avances en todas las dimensiones sociales, entre ellas, la ciencia, la tecnología, la educación, el arte y el deporte.
Sobre esa base económica, la vida se podría liberar de la esclavitud del trabajo y se podrían empezar a discutir el fomento de planes académicos, deportivos y culturales, donde los obreros pudieran gozar y explorar su vida. Y, en efecto, así fue. Esto se evidencia en una de las primeras acciones de los bolcheviques al tomar el poder: fundar un nuevo sistema de organización para la ciencia, creando ministerios y agencias encargados de ello, buscando planificarla y administrarla de mejor manera. En consecuencia, implicó que las instituciones científicas avanzadas que venían de la Rusia zarista se conservaran, pero se desarrollaran mucho más y se pusieran a disposición de toda la sociedad y no como una actividad exclusiva y relegada a la clase alta.
Este tipo de tácticas políticas relacionadas con la ciencia iban de la mano de la formación y preparación de los científicos propios de la revolución, que apuntaran a la construcción de una ciencia que garantizara una mejor vida bajo el comunismo[2]. De ahí que el desarrollo de la ciencia se diera de la mano del sistema educativo soviético, el cual se encaminó a la formación de la fuerza productiva más importante para cualquier actividad económica, los trabajadores y, entre estos, los trabajadores de la ciencia.
Estas políticas, consecuentemente, implicaron una inversión de recursos importantes por parte del Estado Soviético que, en su momento, fue un modelo innovador, pues hasta comienzo del siglo XX el trabajo científico se hacía a pequeña escala y la financiación era privada. La revolución promovió un elemento esencial para que se dieran el posterior crecimiento de la ciencia: su nacionalización.
El hecho de que la financiación de la ciencia pasara a estar a manos de las agencias del Estado y, pese a la fuerte visión tecnocrática que había, no hubo pérdida de libertad de decisión de los científicos del contenido, duración y recorrido de cada investigación: los científicos sólo debían presentar un reporte anual financiero y los listados de equipos, materiales y fondos requeridos. De hecho, Nahuel Moreno, en 1984, aludiendo a las características fundamentales del régimen político leninista, de principios de la Revolución, indica que las libertades eran mucho mayores que bajo el régimen democrático-burgués, ya que se dio “la etapa de mayores libertades políticas, culturales, artísticas, científicas, de reunión, prensa e información que jamás haya conocido la humanidad”. Agregando que, los artistas y los científicos, gozaban de la más absoluta libertad de expresión e investigación.
El avance era cuantitativa y cualitativamente superior que en medio de la guerra civil (entre 1918 y 1919), el Estado logró la apertura de 33 nuevas instituciones para la investigación en diversas áreas, tanto aquellas cuyo desarrollo era fundamental a corto plazo -como la búsqueda de metales- como aquellas cuyo valor práctico no era inmediato. Y no paró allí: para 1922, la Administración Principal de Instituciones científicas, había abierto 40 instituciones y para finales de los 30, la ciencia soviética era una de las más grandes del mundo, con 2.000 instituciones y aproximadamente 1’000.000 de trabajadores.
Siendo coherentes con su proyecto político y social, también se apuntó fuertemente a la popularización de las ciencias, materializándose en el fortalecimiento de las “sociedades para el estudio local” que, si bien existían desde antes de la revolución, fue hasta 1921 que logró hacerse un primer Congreso Nacional que las reuniría, y para 1922 ya habían logrado tener más de 44.000 miembros.
· Los avances en la investigación nuclear los pusieron a servicio de la satisfacción de necesidades sociales y no militares, lo cual los llevó a crear la primera central nuclear en junio de 1954 en Óbninsk (a las afueras de Moscú) con el objetivo de generar electricidad.
· A finales de los años 50 el ingeniero electrónico Leonid Ivánovich Kupriánovich (precursor de la actual telefonía móvil o celular), desarrolló un sistema de telefonía inalámbrica que se extendió por la Unión Soviética y otros países.
· Aproximaciones marxistas a la psicología por parte de Lev Vigotsky, quien estudio el rol del lenguaje en la conciencia humana.
· Los trabajos de Nikolai Vavilov[3] que permitieron comprender la diversidad genética entre las plantas y sus implicaciones en la agricultura, aproximándose al fitomejoramiento. También incorporó el concepto de los hotspots (puntos calientes) de la biodiversidad[4], lugares de concentran alta de diversidad de seres vivos y que son claves para la conservación de especies.
· La introducción del concepto de “biosfera” por parte del geoquímico y bioqímico Vladimir Verdnasky, el cuál ha sido clave para la comprensión y manejo de la naturaleza y sus recursos desde entonces.
· En los 30´s, el científico ruso Alexander Oparin contribuyó a formular la teoría del origen de la vida que actualmente tiene mayor respaldo y aceptación.
La historia de las últimas décadas demuestra claramente que, en las condiciones de la decadencia del capitalismo, los países atrasados no pueden alcanzar el nivel de las viejas metrópolis del capital. Los civilizadores atascados bloquean el camino a aquellos que se civilizan. Rusia entró en la vía de la revolución proletaria no porque su economía fuera la más madura para la transformación socialista, sino porque esta economía ya no podía desarrollarse sobre las bases capitalistas[5].
La URSS nos mostró, como ejemplo histórico, que es posible alcanzar una ciencia al servicio de las necesidades y el progreso humano, pero también nos dejó claro que, para que ello sea posible, será necesario romper con las actuales relaciones de producción capitalistas, empezando por destruir la propiedad privada sobre los medios de producción y colectivizando el producto del trabajo humano. Podrán existir propuestas que pidan un enfoque más social de la ciencia y un mayor cuidado del medio ambiente, pero estas son solo reformas -importantes, por supuesto- a problemáticas de gran envergadura, que solo merecen una salida radical, es decir, una transformación de fondo de las bases económicas de la sociedad.
Bajo el sistema capitalista, el desarrollo de la ciencia seguirá supeditado a la ganancia y a los intereses de las grandes potencias imperialistas, de allí que la ciencia sea usada para destruir y no para construir. Por eso, hoy, como nunca, la gran preocupación de muchos círculos científicos es como evitar la pronta extinción de la especie humana, cómo evitar mayores catástrofes ambientales y cómo resistir a los múltiples virus que se avecinan –incluido el COVID- 19–. Es decir, este sistema, nos va a llevar a la barbarie si no lo enfrentamos. Y tal como lo advertía Trotsky a inicio del siglo pasado, las fuerzas productivas han cesado de crecer, lo cual se ve reflejado en la incapacidad de poder dar una respuesta científica y rápida a la actual pandemia.
Hoy, con suma urgencia, se hace necesario avanzar en la construcción de un proyecto socialista donde la explotación racional de los recursos naturales se fundamente en un manejo científico de la naturaleza, como insistía Lenin, con el fin de no alterar el metabolismo propio del planeta. De nada sirve que las tecnologías y el conocimiento científico crezca al ritmo que viene haciéndolo si esto no está al servicio del pueblo y al contrario, siguen estando al servicio del capital.
Un claro ejemplo de ello es lo que ha sucedido y continúa ocurriendo con el Covid- 19: existen desde hace tiempo numerosos estudios hechos por instituciones que para la misma burguesía son legítimas, que alertaban de esta clase virus en particular (los coronavirus), que advertían el riesgo de que crucemos cada vez más las fronteras de la naturaleza. Y solo hasta que se dio una crisis mundial, vemos a Pfizer y otras trasnacionales actuando individualmente en una carrera por sacar lo más pronto posible una vacuna, sin importar si sea segura, demostrando de nuevo que su interés jamás ha sido nuestra salud.
Por ello, además de enarbolar la bandera del Socialismo, reivindicamos los logros científicos de un país como Cuba, donde triunfó una revolución de corte socialista, que, pese a tener un régimen político burocrático, ha permitido el gran desarrollo de ciencias como la medicina, a tal punto que ha dado ejemplo mundial a los países imperialistas, enviando médicos para apoyar sus disminuidos sistemas sanitarios o enviando especialistas a diversas partes del mundo para avanzar en el desarrollo de la vacuna contra el Covid- 19.
[1] Trotsky, León. La Revolución Traicionada. Prólogo. Dos Concepciones, 1929, pág. 2.
[2] Esto implicó que, hasta principios de 1920, coexistiera paralelamente el viejo sistema científico “burgués” y el recién nacido socialista, pero para finales de este mismo año el viejo régimen había desaparecido por completo y la mayoría de científicos habían sido ganados para el nuevo.
[3] Este personaje muestra también un cambio en la conciencia de clase de los científicos cuando expresa, desde el comienzo de su carrera, “voy a trabajar en beneficio de los pobres, la clase esclavizada de mi país, para elevar su nivel de conocimiento”, reconociendo el hambre que caracterizó al periodo zarista y asumiendo como reto garantizar que en la URSS este problema se solventara.
[4] Es importante aquí recordar lo importante qué era, para Lenin, la explotación racional del ambiente, la cual solo podía ser lograda mediante la ciencia.
[5] Trotsky, León. La Revolución Traicionada.
León Trotsky, expresó en el Programa de Transición que, “La premisa económica de la revolución proletaria ha llegado hace mucho tiempo al punto más alto que le sea dado alcanzar bajo el capitalismo. Las fuerzas productivas de la humanidad han cesado de crecer”[1]. Con estas palabras se sostenía que la sociedad capitalista ya no garantizaba el progreso humano sino, todo lo contrario, lo limitaba y lo llevaba a un punto de estancamiento, donde se agudizaba la contradicción entre desarrollar las fuerzas productivas al servicio de las necesidades humanas o sostener las relaciones de producción y explotación (trabajo-capital), al servicio de las ganancias privadas. Desde luego, el capitalismo no puede sino acrecentar esta contradicción, y de forma muy elocuente, la Primera Guerra Mundial, una guerra de rapiña imperialista constató que, si bien la ciencia (un componente de las fuerzas productivas) se había desarrollado a un punto muy alto, no era precisamente al servicio de la humanidad, sino al servicio de los intereses belicistas de las naciones enfrentadas. La destrucción de vidas humanas era la expresión de una sociedad decadente que estaba llevando a la humanidad a la barbarie. Por eso, para la Revolución Socialista era un imperativo liberar las fuerzas productivas de los intereses del lucro privado y ponerlas en función del desarrollo humano.
Al triunfar la Revolución, una de las primeras medidas era colectivizar los campos y las industrias en función de la elevación del nivel de vida de sus habitantes. Sin embargo, como lo decía Trotsky, en su texto, la Revolución Permanente del año 1929:
Las proporciones y el empuje de la colectivización no solo se hallan determinados por la voluntad de un Gobierno, sino que dependen en última instancia de los factores económicos: de la altura a que se halle el nivel económico del país, de las relaciones entre la industria y la agricultura y, por consiguiente, de los recursos técnicos de esta última’’. Es decir, en la medida que se transformara la estructura económica y social de la vieja Rusia zarista y se desarrollara la industrialización, que era el resorte propulsor de la cultura moderna y, por ello, la única base concebible del socialismo, se estarían construyendo los cimientos para la elevación sistemática del nivel material de vida de la clase trabajadora, al tiempo que se podrían empezar a cosechar avances en todas las dimensiones sociales, entre ellas, la ciencia, la tecnología, la educación, el arte y el deporte.
Sobre esa base económica, la vida se podría liberar de la esclavitud del trabajo y se podrían empezar a discutir el fomento de planes académicos, deportivos y culturales, donde los obreros pudieran gozar y explorar su vida. Y, en efecto, así fue. Esto se evidencia en una de las primeras acciones de los bolcheviques al tomar el poder: fundar un nuevo sistema de organización para la ciencia, creando ministerios y agencias encargados de ello, buscando planificarla y administrarla de mejor manera. En consecuencia, implicó que las instituciones científicas avanzadas que venían de la Rusia zarista se conservaran, pero se desarrollaran mucho más y se pusieran a disposición de toda la sociedad y no como una actividad exclusiva y relegada a la clase alta.
LA CIENCIA SE LIBERA Y LA SOCIEDAD AVANZA
El partido bolchevique aprovechó los avances dejados por el viejo régimen para promover el desarrollo científico en el socialismo, por lo cual acogió e incentivó a los científicos que venían del zarismo, alentándolos a contribuir a la construcción de la nación e, incluso, fueron invitados a participar de comisiones y comités del gobierno.Este tipo de tácticas políticas relacionadas con la ciencia iban de la mano de la formación y preparación de los científicos propios de la revolución, que apuntaran a la construcción de una ciencia que garantizara una mejor vida bajo el comunismo[2]. De ahí que el desarrollo de la ciencia se diera de la mano del sistema educativo soviético, el cual se encaminó a la formación de la fuerza productiva más importante para cualquier actividad económica, los trabajadores y, entre estos, los trabajadores de la ciencia.
Estas políticas, consecuentemente, implicaron una inversión de recursos importantes por parte del Estado Soviético que, en su momento, fue un modelo innovador, pues hasta comienzo del siglo XX el trabajo científico se hacía a pequeña escala y la financiación era privada. La revolución promovió un elemento esencial para que se dieran el posterior crecimiento de la ciencia: su nacionalización.
El hecho de que la financiación de la ciencia pasara a estar a manos de las agencias del Estado y, pese a la fuerte visión tecnocrática que había, no hubo pérdida de libertad de decisión de los científicos del contenido, duración y recorrido de cada investigación: los científicos sólo debían presentar un reporte anual financiero y los listados de equipos, materiales y fondos requeridos. De hecho, Nahuel Moreno, en 1984, aludiendo a las características fundamentales del régimen político leninista, de principios de la Revolución, indica que las libertades eran mucho mayores que bajo el régimen democrático-burgués, ya que se dio “la etapa de mayores libertades políticas, culturales, artísticas, científicas, de reunión, prensa e información que jamás haya conocido la humanidad”. Agregando que, los artistas y los científicos, gozaban de la más absoluta libertad de expresión e investigación.
El avance era cuantitativa y cualitativamente superior que en medio de la guerra civil (entre 1918 y 1919), el Estado logró la apertura de 33 nuevas instituciones para la investigación en diversas áreas, tanto aquellas cuyo desarrollo era fundamental a corto plazo -como la búsqueda de metales- como aquellas cuyo valor práctico no era inmediato. Y no paró allí: para 1922, la Administración Principal de Instituciones científicas, había abierto 40 instituciones y para finales de los 30, la ciencia soviética era una de las más grandes del mundo, con 2.000 instituciones y aproximadamente 1’000.000 de trabajadores.
Siendo coherentes con su proyecto político y social, también se apuntó fuertemente a la popularización de las ciencias, materializándose en el fortalecimiento de las “sociedades para el estudio local” que, si bien existían desde antes de la revolución, fue hasta 1921 que logró hacerse un primer Congreso Nacional que las reuniría, y para 1922 ya habían logrado tener más de 44.000 miembros.
ALGUNOS AVANCES CIENTÍFICOS RELEVANTES
· Los desarrollos relacionados con la exploración espacial que se materializaron en: el envío del primer satélite artificial, el Sputnik 1, lanzado el 4 de octubre de 1957; el envío de los primeros seres humanos al espacio en 1961 al primer hombre, (Yuri Gagarin) y en 1963 a la primera mujer (Valentina Tereshkova).· Los avances en la investigación nuclear los pusieron a servicio de la satisfacción de necesidades sociales y no militares, lo cual los llevó a crear la primera central nuclear en junio de 1954 en Óbninsk (a las afueras de Moscú) con el objetivo de generar electricidad.
· A finales de los años 50 el ingeniero electrónico Leonid Ivánovich Kupriánovich (precursor de la actual telefonía móvil o celular), desarrolló un sistema de telefonía inalámbrica que se extendió por la Unión Soviética y otros países.
· Aproximaciones marxistas a la psicología por parte de Lev Vigotsky, quien estudio el rol del lenguaje en la conciencia humana.
· Los trabajos de Nikolai Vavilov[3] que permitieron comprender la diversidad genética entre las plantas y sus implicaciones en la agricultura, aproximándose al fitomejoramiento. También incorporó el concepto de los hotspots (puntos calientes) de la biodiversidad[4], lugares de concentran alta de diversidad de seres vivos y que son claves para la conservación de especies.
· La introducción del concepto de “biosfera” por parte del geoquímico y bioqímico Vladimir Verdnasky, el cuál ha sido clave para la comprensión y manejo de la naturaleza y sus recursos desde entonces.
· En los 30´s, el científico ruso Alexander Oparin contribuyó a formular la teoría del origen de la vida que actualmente tiene mayor respaldo y aceptación.
PARA QUE LA CIENCIA ESTÉ AL SERVICIO DE LA HUMANIDAD ES NECESARIO CONSTRUIR UN MUNDO NUEVO, SIN EXPLOTACIÓN Y OPRESIÓN: EL SOCIALISMO
Con sus grandes avances científicos, la URSS demostró que el atraso social y económico de los años previos a 1917, obedecía a la pesada carga que los capitalistas y los señores feudales del régimen zarista, ponían sobre su población y que impedía que se pudieran desplegar todas sus capacidades humanas. En 1936, Trotsky, en La revolución traicionada, nos brinda datos para señalar que, 19 años después de la Revolución, Rusia en la práctica demostraba la superioridad del desarrollo socialista en la economía y en la industria. Para ese año era la sexta potencia del mundo, superando así a muchos de los imperialismos europeos e, incluso, en los años siguientes a la segunda posguerra, la URSS se convertiría en la segunda potencia a nivel mundial. Frente a esto conviene recordar lo que mencionaba Trotsky, para ese entonces:La historia de las últimas décadas demuestra claramente que, en las condiciones de la decadencia del capitalismo, los países atrasados no pueden alcanzar el nivel de las viejas metrópolis del capital. Los civilizadores atascados bloquean el camino a aquellos que se civilizan. Rusia entró en la vía de la revolución proletaria no porque su economía fuera la más madura para la transformación socialista, sino porque esta economía ya no podía desarrollarse sobre las bases capitalistas[5].
La URSS nos mostró, como ejemplo histórico, que es posible alcanzar una ciencia al servicio de las necesidades y el progreso humano, pero también nos dejó claro que, para que ello sea posible, será necesario romper con las actuales relaciones de producción capitalistas, empezando por destruir la propiedad privada sobre los medios de producción y colectivizando el producto del trabajo humano. Podrán existir propuestas que pidan un enfoque más social de la ciencia y un mayor cuidado del medio ambiente, pero estas son solo reformas -importantes, por supuesto- a problemáticas de gran envergadura, que solo merecen una salida radical, es decir, una transformación de fondo de las bases económicas de la sociedad.
Bajo el sistema capitalista, el desarrollo de la ciencia seguirá supeditado a la ganancia y a los intereses de las grandes potencias imperialistas, de allí que la ciencia sea usada para destruir y no para construir. Por eso, hoy, como nunca, la gran preocupación de muchos círculos científicos es como evitar la pronta extinción de la especie humana, cómo evitar mayores catástrofes ambientales y cómo resistir a los múltiples virus que se avecinan –incluido el COVID- 19–. Es decir, este sistema, nos va a llevar a la barbarie si no lo enfrentamos. Y tal como lo advertía Trotsky a inicio del siglo pasado, las fuerzas productivas han cesado de crecer, lo cual se ve reflejado en la incapacidad de poder dar una respuesta científica y rápida a la actual pandemia.
Hoy, con suma urgencia, se hace necesario avanzar en la construcción de un proyecto socialista donde la explotación racional de los recursos naturales se fundamente en un manejo científico de la naturaleza, como insistía Lenin, con el fin de no alterar el metabolismo propio del planeta. De nada sirve que las tecnologías y el conocimiento científico crezca al ritmo que viene haciéndolo si esto no está al servicio del pueblo y al contrario, siguen estando al servicio del capital.
Un claro ejemplo de ello es lo que ha sucedido y continúa ocurriendo con el Covid- 19: existen desde hace tiempo numerosos estudios hechos por instituciones que para la misma burguesía son legítimas, que alertaban de esta clase virus en particular (los coronavirus), que advertían el riesgo de que crucemos cada vez más las fronteras de la naturaleza. Y solo hasta que se dio una crisis mundial, vemos a Pfizer y otras trasnacionales actuando individualmente en una carrera por sacar lo más pronto posible una vacuna, sin importar si sea segura, demostrando de nuevo que su interés jamás ha sido nuestra salud.
Por ello, además de enarbolar la bandera del Socialismo, reivindicamos los logros científicos de un país como Cuba, donde triunfó una revolución de corte socialista, que, pese a tener un régimen político burocrático, ha permitido el gran desarrollo de ciencias como la medicina, a tal punto que ha dado ejemplo mundial a los países imperialistas, enviando médicos para apoyar sus disminuidos sistemas sanitarios o enviando especialistas a diversas partes del mundo para avanzar en el desarrollo de la vacuna contra el Covid- 19.
[1] Trotsky, León. La Revolución Traicionada. Prólogo. Dos Concepciones, 1929, pág. 2.
[2] Esto implicó que, hasta principios de 1920, coexistiera paralelamente el viejo sistema científico “burgués” y el recién nacido socialista, pero para finales de este mismo año el viejo régimen había desaparecido por completo y la mayoría de científicos habían sido ganados para el nuevo.
[3] Este personaje muestra también un cambio en la conciencia de clase de los científicos cuando expresa, desde el comienzo de su carrera, “voy a trabajar en beneficio de los pobres, la clase esclavizada de mi país, para elevar su nivel de conocimiento”, reconociendo el hambre que caracterizó al periodo zarista y asumiendo como reto garantizar que en la URSS este problema se solventara.
[4] Es importante aquí recordar lo importante qué era, para Lenin, la explotación racional del ambiente, la cual solo podía ser lograda mediante la ciencia.
[5] Trotsky, León. La Revolución Traicionada.
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